Roto el maleficio.

Lo digo con cierta pena, porque Italia es mi segunda patria: que me acogió, me educó, me abrió al mundo, me entusiasmó, y, además, me premió. Pero, ya lo he dicho aquí, las competiciones deportivas de hoy día son como las competiciones bélicas (es decir, guerras o escaramuzas armadas) de antaño. Y, nos guste o no, porque todos somos humanos y nada de lo que es humano puede sernos ajeno, las victorias deportivas, sobre todo en los campeonatos europeos e internacionales de fútbol, no sólo animan, confirman y exaltan a los deportistas vencedores (muchos de los cuales cobran muchísimo más que los generales antiguos), sino igualmente a toda la inmensa afición, y, lo que es más importante, aunque parezca estrafalario decirlo hoy, conforman, integran, potencian y consolidan la conciencia nacional. Que es un muy noble valor, que nos hace mucha falta.