Reaccionarios

Comentaba el otro día Fernando Sánchez Dragó en EM la célebre frase de Julián Marías de que la aceptación social del aborto es una de las mayores tragedias de nuestra época. Y ponderaba el que ya no son sólo los progres y las feministas sus adalides, sino algunos insignes representantes de la derecha. Confesaba que cada vez que él se mete en ese berenjenal, le llaman facha, machista y reaccionario, epíteto este último que le place. Dragó piensa, en nombre de la moral, y no de ideologìa o creencia alguna, que el aborto sólo debe practicarse cuando esté el peligro el futuro de la madre y cuando las malformaciones del feto anuncien condiciones de salud en la que mejor fuera no haber nacido: razonable recurso a la eutanasia activa, partidario como es el autor del suicidio, poniendo por testigos a Nietzsche y Camus. Algun día -añade- se dirá de esta época lo que hoy decimos de las culturas en las que se practicaban sacrificios humanos. Al juicio de la posteridad me remito -. Yo sigo sorprendiéndome de la campaña artillera que llevan a cabo El País y el PSOE, como si hubieran venido a este mundo a defender el aborto, defendiéndolo como derecho -cosa que acaba de negarlo la Comisiòn Europea-, y con el entusiasmo con que un humanista defendería en cualquier momento la reforma agraria, la reforma financiera o la campaña contra el hambre en el mundo. Ni una palabra sobre los medios de evitar el aborto, sobre la  brutalidad de su práctica, sobre sus abusos y consecuencias, sobre la educación de la juventud, sobre el valor de toda vida humana… Sólo “derechos de la mujer” y “derechos de la reproducción”. Todo lo cual lleva, tarde o temprano, a esa aceptación social, que es, en definitiva, la causa mediata del ejercicio banal y despreocupado del aborto. En otros tiempos y lugares, también se aceptó socialmente la exposición de niños y el infanticidio. Y los sacrificios humanos, mencionados por Sánchez Dragó.