Primer domingo de Cuaresma

Termino de leer La revolución del Reino: Cómo Jesús y Pablo transformaron el mudo antiguo, de los exégetas R. A. Hosley y N. A. Silberman. Una historia penetrante de dos hombres profundamente religiosos en medio de las condiciones socio-políticas de su tiempo, que predican el Reino de Dios frente al poder omnímodo de romanos, herodianos y la jerarquía sacrdotal de Jerusalén, hasta perder la vida en el empeño. Me decepciona, sin embargo, que al final de su trabajo escriban cosas como éstas:  A lo largo de los siglos que siguieron se iba a libras una y otra vez la misma lucha. Ya sea en las sectas  cristianas heréticas de Asia Menor, en las hermandades místicas de la Edad Media, en los grupos  religiosos radicales de la Reforma, en las comunidades utópicas de los Estados Unidos del siglo XIX o en los movimientos  políticos visionarios e idealistas de hoy día, la búsqueda del Reino de Dios sigue viva. ¿Sólo ahí? ¿Sólo buscaron el Reino de Dios los arrianos o los nestorianos, los cátaros, los campesinos anabaptistas alemanes? ¿Y no los mártires de Jerusalén, de Roma o de Córdoba ? ¿O los franciscanos de Asís y los reformadores carmelitas como Teresa de Jesús o Juan de la Cruz? ¿O los que siguieron a Ignacio de Loyola y Francisco de Javier? Y hoy mismo, ¿hay que ser visionario para poder buscar ese Reino? ¿La idolatría del poder sólo estuvo (está) encarnada en el Imperio Romano? ¿Sólo hay una manera de no idolatrar el Reino terrenal?