Nubes de otoño, vagas y oscuras

Saliendo del orden del logos habitual y de la atención particularizada, me pongo a mirar esta tarde preotoñal, con mis ojos perdidos, la piel suave, los tímpanos abiertos y el tacto poroso. Fuera del urbanismo áspero, agresivo y asfixiante. No tengo por qué imitar a los pintores y poetas chinos y japoneses, llevados por la mística del budismo, pero como ellos evoco los versos de de Chia-Tao:

Nubes de otoño, vagas y obscuras;
la tarde, solitaria y desapacible.
Sentía la humedad de mis vestidos,
pero no veía ningún relámpago
ni oía el sonido de la lluvia.
Pregunté al muchacho bajo los pinos.
Dijo: el maestro se ha marchado solo
a coger hierbas por el monte.
Le cubren las nubes;
es desconocido su paradero.