Mujeres en la Iglesia

Siempre que leo libros, ensayos, artículos de mujeres teólogas -que cada día son más y más activas-, mi preocupación crece y a ratos mi irritación. Por otra parte, siguen los sesudos varones eclesiásticos hablando y hablando sin parar de la mujer en la Iglesia y fuera de la Iglesia, sin que se dé un solo paso adelante. Leyendo y releyendo de muevo, esta cuaresma, los mejores libros que han ido publicándose sobre Jesús y su tiempo, he ido entendiendo la revolución que fue, en aquel tiempo, la actitud del Maestro con las mujeres y la fidelidad de éstas con él, hasta durante su pasión, cuando los varones huyen, siendo, además, las primeras testigos de la resurrección. ¿Y qué pasó después, durante veinte siglos? Unas cuantas santas excepcionales, unas cuantas abadesas excepcionales, muchas fundadoras excepcionales, muchísimas mujeres mártires, apóstoles, misioneras, en el claustro o “en el mundo”, dedicadas de por vida a la Iglesia hasta hoy mismo, muchísmas más que varones, y, por contra, todo el poder, la autoridad, el honor, la gloria… en manos de los varones. ¡Qué injusticia secular! ¡Qué bromazo tradicional! Con la historia en la mano, hasta puede uno “justificar”, mal que bien, la cosa dentro del varonismo universal. Pero, metidos ya en el siglo XXI, ya no hay justificación que valga. Y, además, ¿dónde ha quedado aquella revolución que trajo el Nazareno, también en este campo? ¿Y ni siquiera se van a atrever las conferencias episcopales a ordenar diaconisas, al menos para empezar?