Los viejos profetas

No dejéis morir a los viejos profetas -escribía el poeta José Ángel Valente, a quien recordé hace poco ante su blanca casa de Almería-, pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pájaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como dádiva cierta en la mano del hombre.