Las tres Gracias

En la sede del Instituto Cervantes, en Alcalá de Henares -antiguo Colegio del Rey, siglo  XVI, fundado por Felipe II, por donde pasó, entre otros muchos, Francisco de Quevedo-, acabo de visitar la exposición de un grupo de pintores contemporáneos españoles de primera línea que, por iniciativa del crítico de arte, Calvo Serraller, visitaron, el año 1991,  un día más, el Museo del Prado; pintó cada uno de ellos cuatro cuadros sobre su experiencia, y luego la explicaron en una serie de conferencias. La obra resultante se denominó El Museo del Prado visto por doce artistas españoles. Aquellos cuadros se exponen ahora ahí, con el título Lugares de inspiración. Entre ellos, cuatro litografías de Andreu Alfaro sobre el célebre capolavoro de Rubens, y sus tres bellas preferidas, curvadas por la belleza. El pintor actual, transformador, hace de ellas, primero, con leve trazo geométrico, un corro triásico de exultancias corporales -pechos, nalgas, piernas… y diminutas cabezas-, en una feliz danza de los sentidos, para ir posteriormente conjuntándolas y fusionándolas en un delirio de gozo desnudo, de placer vital compartido. En un cuarto desarrollo, las tres Gracias  son convertidas en tres corrientes paralelas de viento o de agua; tal vez, en tres ondas de energía. Acaso sobrehumana.  Otra obra de arte.