Fieles y mártires

En la historia del movimiento obrero español se habla a menudo de santos laicos (Pablo Iglesias, Anselmo Lorenzo…); de las secciones sindicales, de los ateneos o de las casas del pueblo como templos, y de los primeros cristianos como enemigos del Imperio Romano, al que vencieron y heredaron. El propagandista anarquista o socialista es llamado comúnmente apóstol  o maestro. La redención de los trabajadores es frase acuñada. Así como la fidelidad a la doctrina, el seguimiento del camino recto, y las virtudes tan cristianas, como la honradez, la disciplina o la austeridad, y, no digamos, la fe, la esperanza y la fraternidad. La fe en el ideal, en la causa, en la nueva era, la nueva edad, la emancipación, la liberación, el hombre nuevo, el reino de la justicia… La esperanza, inseparable de esa fe, y dimensión intrínseca de la misma. Y la fraternidad, presente y futura, cuando el mundo será tan fraterno como el partido y el sindicato son hoy, liberados y liberadores. Como mandaba la tradición cristiana, se visitaba la tumba de los apóstoles. O se celebraba la Pascua obrera, que es el Primero de Mayo, fiesta también primaveral y de paso del exilio a la patria. Y el aniversario de la sección, del partido, de la federación…, como se celebraba la consagración de un templo cristiano, símbolo y centro de la parroquia, o la fiesta de la diócesis. Y la fiesta por excelencia de los mártires obreros, a ejemplo de los mártires (testigos) cristianos, perseguidos, ejecutados por los poderes dominantes de la tierra, y semilla de las comunidades futuras.