Don Quijote, justiciero

Junto a la exposición mentada anteayer, y cercana su obra a la de los doce artistas españoles, lucen en dos crujías del claustro del Colegio del Rey numerosos cuadros del pintor chileno Ricardo Matta, dedicados al héroe cervantino. Todo Don Quijote, pero  especialmente todos los lances del caballero del honor, de la dignidad y de la justicia, lanza en ristre sobre Rocinante, aparecen en estos lienzos, grandes y pequeños, todos ellos de vivísimos colores, entre la abstracción y el más realista figurativismo, pasando por todos los grados intermedios. Una especie de tauromaquia quijotesca al servicio de los ideales de la Orden de Caballería de Alonso Quijano el Bueno. El autor ha querido, además, añadir su aguda prosa hermenéutica a su bella pintura: Cervantes es el despertador de despertadores para ver claro en el claro de un claro. Para eso él arma su barca de Noé en la imaginación que salva el alfabeto. Don Quijote se encuentra atorado tosiendo hazañas de amor y bibliotecado por una garganta de torres de Babel. Pero felizmente todo su nihilismo (sic) emancipador y justiciero está siempre interrumpido por viajantes viajeros a pie, que con sus mulas viajan con él a la misma velocidad y al paso, siempre caminando, encontrándose, burlándose y apaleándose.