La ley de la gravedad

En las recientes memorias – Más que unas memorias– de Ramón Tamames, cuenta el autor que en su segunda boda, después de cincuenta años de la primera, con Carmen Prieto-Castro en la abadía de Silos, y esta vez con todos los sacramentos, cuando pronunció él mismo su sermón-plática, se adentró en la dimensión de la trascedencia, sobre la cual se extiende en un próximo trabajo en preparación, y al comentar el libro de Hawking-Mlodinow, se preguntó: Por lo demás, ¿qué es más científico? ¿Creer en el azar, en la idea de un universo gobernado simplemente por la ley de la gravedad, o en un orden estructurado por un conjuntro de leyes del todo, que emanaron de una inteligencia superior, aún científicamente no identificada, pero intuible por doquier? Escojan, elijan, señoras y señores. Y, además, pregúntenles a Hawking y Mlodinow: “Por cierto, ¿y quién creó la gravedad?”