La fiesta

Filósofos y teólogos contemporáneos, de muy varia condición, coinciden en entender la fiesta como un acto de afirmación del mundo y de la vida, y al mismo tiempo del Dios creador del universo, que descansó el  séptimo día de la creación. Libertad de y libertad para, disponibilidad, contemplación, presentimiento y regusto de eternidad. Exceso por una parte y crítica por otra. Exceso, como prodigalidad, derroche, infracción de límites. Crítica, como protesta y contestación de lo cotidiano y sus penalidades. La fiesta, como mostración de la gratuidad y la inutilidad como valores fundamentales de la existencia. Fenomenólogos como Huizinga o Van der Leuw nos dicen que la religión no nace de la necesidad, como supusieron Marx y Feuerbach, sino del juego, de la representación expresiva y la fantasía, en fiestas de la mano de los mismos dioses. Los mitos (narraciones fundamentales) y ritos religiosos, representativos de tales vivencias, no eran sólo tranquilizantes frente a desgracias y obstáculos naturales, compensaciones ante estados de miseria, sino convicciones, voliciones, anhelos, sentimientos, es decir realidades vividas por grupos humanos, que querían superar el presente, siempre limitado, y vivir lo totalmente otro, como llamaría, muchos siglos después, el filósofo y sociólogo alemán, estrella de la Escuela de Franckfurt, Max Horkheimer.