La felicidad

Me toca hablar a un centenar de señoras de cierta asociación muy arraigada en Pamplona y elijo, no sé por qué, tal vez como un reto, el tema de la felicidad. ¿Qué voy a decir yo de eso que ellas no sepan? ¿Y con qué autoridad? Con ninguna. Pero hablo, y hablo durante tres cuartos de hora: lo que no es, lo que parece ser, lo que no parece y es, lo que se entiende entre los mejores ejemplos de nuestra civilización judeo-cristiana que debe ser, las muchas clases de felicidad… Jefferson, el padre de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América, la puso, junto a la vida y a la libertad, entre los primeros e inalienables derechos del hombre: “el derecho a la búsqueda de la felicidad”. Ese deseo radical de todos nosotros, hasta de toda creatura viviente. Siempre estamos caminando hacia ella, inencontrable e inaprensible como es, pero sí fruible: la máxima fruición de nuestra caminante personalidad.