La “berrea” electoral

 

         El  curioso sintagma, cuando lo leí, me pareció irreverente -uno ha hecho muchas campañas electorales-, pero después pensé que la voz onomatopéyica tiene un claro significado reproductivo, y lo apliqué a la intensidad política del periodo electoral, que eso es sobre todo, y no me pareció tan mal traída. De todos modos, ayer, primer día de la campaña en Andalucía, cuando la radio y la televisión llegaron al momento del comentario electoral, me sorprendí, automáticamente, cambiando de canal. Sí, es verdad, hace años que evito ver y oír la palabrería, la verborrea, la crispación, la mala uva de las campañas electorales. No sé si los medios informativos eligen lo peor de  las mismas, si se han degradado mucho desde mis tiempos, o si me he hecho más raro, más exquisito o más exigente. No las aguanto. Eso de hacer del ¡dales caña! el epicentro del discurso; ese matonismo político del candidato convertido en superman; esa continua arrogancia, ese aire marcial de seres químicamente puros que vienen a limpiar el mundo de malhechores y delincuentes… se me atraganta. Me parece más viejo que la pegada de carteles. Tan viejo como Caín. Claro que  las campañas electorales son signo y anuncio de la vida política habitual entre nosotros: una lucha de todos contra todos. Sí, ya sé que para aquéllos que consideran que la política es la contnuación de la guerra... eso es lo normal. Pero para mí y para muchos otros, la política es mucho más. Y no quiero cambiar de idea.