Jóvenes españoles

Sigo desde hace años con el mayor interés los trabajos sociológicos del catedrático de Deusto Javier Elzo, sobre todo sus reflexiones posteriores acerca de los trabajos de campo que van llevando a cabo él mismo y otros colegas. En una de sus últimas entrevistas afirma que los jóvenes son menos felices de lo que dicen que son y que su autoestima ha caído en picado en los últimos tiempos, porque lo que buscan como felicidad no es al final lo que en realidad les da la felicidad, que es, en definitiva, una visión altruista de la vida. Los jóvenes de hoy viven habitualmente en lo provisional, de un día para otro, sin demasiada seguridad en el futuro, sabiendo en el mejor de los casos que lo más eficaz e importante es tener un proyecto de vida. Aquella familia que, dejada a su cuenta, como en el caso de España, era la que solventaba todos los problemas, desde la cuna a la tumba, está casi desaparecida y no volverá a aparecer. Y el nuevo peligro es que esa prótesis individualista (Lipovetski), que es con frecuencia la familia moderna, tiene poco de proyecto común y la educación de los hijos ya no es un elemento fundamental. Elzo, que tiene muy en cuenta los datos negativos que van dando los últimos estudios sociológicos sobre la juventud en España en el ámbito religioso, sigue sosteniendo que la demanda religiosa, en su sentido más profundo, está presente en los jóvenes, pues dos terceras partes de ellos se plantean las cuestiones existenciales del hombre. Pero reconoce a la vez que no están en la Iglesia. El Dios de los cristianos no les llega por ninguna parte. Ha desaparecido incluso la visibilidad de la figura de Jesús, de la que sus padres les hablaron poco o nada, y apenas nadie les habló después. A la Iglesia la ven excesivamente obsesionada con ciertos temas morales, opuesta a los avances del mundo y como una negación continua, “como el reino del no”, resume el sociólogo. ¿El reto con el que se enfrenta la Iglesia respecto a los jóvenes? El catedrático vasco responde que ese reto en España está en aprender a vivir en el paradigma de una sociedad laica, con riesgos de laicismo, incluso por parte de miembros del Gobierno.”Tenemos que centrarnos en lo esencial, que es la afirmación de la divinidad de Jesús, un Dios que se hizo hombre para por amor llegar a morir por los más débiles“. La respuesta me parece esencialmente acertada, pero incompleta, demasiado cómoda y común en ciertos sectores progresistas, demasiado rendida ante la fuerza de los hechos. Elzo, claro, es un sociólogo y no un pastoralista, y sus reflexiones siempre nos hacen pensar, querer, sentir y di-sentir.