Se nos va Tony Blair

El jovial, dinámico y seductor Tony Blair se nos va del Gobierno y del Parlamento del Reino Unido, tras diez años continuados de gobernación y tres triunfos electorales. Pero su triunfo más popular ha sido la pacificación del Ulster, ya comenzada por su predecesor conservador John Major. Sin duda que eso le ha dado méritos suficientes para que ahora le encarguen pacificar el endiablado Próximo Oriente – Medio Oriente. Además, aunque algunas de sus reformas hayan quedado incompletas y la división social en Gran Bretaña sea todavía muy grande, lo cierto es que Blair ha intentado también seriamente, con su Nuevo Laborismo y su Tercera Vía, hacer posible el acceso de la población más necesitada al bienestar general, sobre todo por medio de una educación renovada y para todos. Dentro de su partido, ha querido asimismo adaptar el laborismo inglés, siempre distintio del socialismo continenrtal, a los tiempos que corren, venciendo la tenaz oposición de una parte de la izquierda demagógica y retrógrada, que he conocido de cerca en el Parlamento Europeo. La tarea no ha sido ni es fácil, y la guerra de Irak no le ha ayudado en ese empeño precisamente. Algunos de sus compañeros y colegas han sido sus más duros adversarios. Por otra parte, se habla estos días de su problable conversión del anglicanismo al catolicismo, sobre todo tras su visita al papa Benedicto XVI. Gran Bretaña es un país de sonoras conversiones, comenzando por el teólogo, y después célebre cardenal, Newman, y siguiendo por no pocos historiadores, novelistas, filósofos, poetas, actores, como Dawson, Chesterton, Benson, Knox, Green, Spark, Hopkins, Sitwell, Guinnes, Copleston…, por no hablar de otras muchas más recientes de personas todavía poco conocidas en España. Tiempo al tiempo. Que el primer político laborista británico haya anunciado al papa su deseo de trabajar, desde su personal vocación y desde sus puestos de responsabilidad, por el diálogo no sólo entre las naciones, sino también entre confesiones religiosas me parece un signo y un hecho positivo de primera magnitud. Visto sobre todo desde España, donde apenas se conoce un político que se atreva a mencionar, ni por casualidad, la palabra religión.