En Alcalá de Henares

Salgo, esta mañanita fría y límpida, al balcón del hotel que da a la plaza de San Diego y veo más allá de los cedros la deslumbrante fachada del Colegio Mayor de San Bartolomé, de Rodrigo Gil de Ontañón, donde tantos navarros residieron, ladeado por el de San Pedro y San Pablo, y por el inmenso de San Diego, hasta hace poco cuartel, donde podría caber la OTAN entera. Un poco más al oeste, la espadaña de las Beatas, con su campanica de las ocho -que parece que nos llama a misa y a comprar almendras garrapiñadas-, y enfrente, como guardándolas, el severo obispo don Alonso Carrillo, de pontifical. Un poco más lejos, la fachada neoclásica de la iglesia de los jesuitas recibe las primeras gracias del sol. En ese colegio, hoy facultad de Derecho, estudió la excelente y precursora doña María Isidra de Guzmán y de la Cerda. Y debajo de esa próxima torrecilla del Colegio del Rey, hoy Instituto Cervantes, estudiaron Francisco de Quevedo o Antonio Pérez. A unos metros de donde fue bautizado Cervantes, no sale de su recogimiento franciscano el fundador de esta universidad complutense, peo yo veo recorrer las calles madrugadas a fray de Luis de León, a Juan de la Cruz, a Lope, al autor del Quijote, a Teresa de Jesús,  a Diego de Villarroel, a  Ignacio de Loyola… Dios mío, lo mejor de la literatura española, de la mística española, lo mejor de España. Y es que en Alcalá me pienso, me quiero, me siento como en casa. Como en mi casa de los siglos.Como en mi casa de España. ¿Qué es España, sino sobre todo gentes como ellos y con ellos todos nosotros? Si todos los que desconocen España, los que la aborrecen y la odian, pudieran asomarse a este balcón y ver pasar a fray Luis, a Juan de la Cruz…!