El Estado, hoy

Mientras algunos liberales acérrimos se lamentan de la desaparición del Estado en ciertas partes de España y de su debilitamiento político en todas ellas, piden sin descanso su adelgazamiento en el terreno económico-social. Pero el Estado, la organización jurídico-política de la Nación, con un papel decisivo casi siempre en el origen de la misma y en su defensa y desarrollo, sigue teniendo un papel determinante también en el ámbito socio-económico, y más en tiempos de globalización. Para afrontar ese nuevo fenómeno que parece desbordar todas las previsiones, y sacar partido del mismo; para encararse con cualquier tipo de precariedad y evitar nuevas desigualdades; para impedir las deslocalizaciones puramente financieras y ayudar a las empresas a innovar y crear empleos futuros. En los países de tradición más liberal, como el Reino Unido o los Estados Unidos de América, y no digamos en nuevos países desarrollados como Singapur o Malasia, la investigación y la innovación se benefician de importantes inversiones públicas. El Estado, en esos y otros países de sistema económico similar, es un instrumento eficaz, modernizador, redistribuidor, solidario, financiador activo de la investigación. Uno de los primeros obstáculos para el desarrollo de África es precisamente la falta de un Estado sólido y no corrupto. Propio del Estado hodierno es liberar energías creadoras, animar el gusto por la empresa, estimular la audacia y el riesgo, aportar formación profesional y hacer frente a los cambios de empleo o a la reconversión, cada día más habitual, con los menores perjuicios y sobresaltos posibles. En la era posterior al petróleo, el Estado será más necesario que nunca.