Es un fuego escondido,
Una agradable llaga.
Un sabroso veneno.
Una dulce amargura.
Deleitosa dolencia.
Un alegre tormento.
Herida dulce y fiera,
y hasta una blanda muerte.
(Francesco Petrarca lo escribió
en su prosa latina.
Don Francisco de Rojas
lo puso en labios
de la vieja madre Celestina.
Yo le arreglé lo mínimo:
Qué certero poema)