El abad del Valle

Nos lo cuenta en el semanario AyO. Sus familiares eran de convicciones opuestas. Sus padres, de creencias religiosas firmes, mientras un hermano de su madre fue un activista en el Madrid de la guerra y otro tío un combatiente voluntario en las filas republicanas. Su padre fue fusilado, uno de esos tíos murió en un campo de concentración alemán y el tercero cayó en el frente de Brunete. Una hermana suya de 13 años murió en uno de los bombardeos de la capital de España y sus restos también se encuentran, sin identificar, en los osarios del  Valle. El P. Anselmo Álvarez, abad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, recorre con frecuencia los escenarios madrileños en los que vivió la guerra en el sector central de la ciudad, y luego la posguerra del hambre y la carencia de casi todo, cupón en mano, en busca de qué comer. Y recuerda el ejemplo de su madre, que nunca expresó odio alguno, y el de muchos familiares de víctimas que supieron perdonar a los responsables de crímenes ciertos.- No sé si habrá alguien entre todos los benedictinos españoles más idóneos para presidir una comunidad que, por voluntad de la Santa Sede, aceptó estar presente allí, entre unos y otros, confirmando la eminente realidad espiritual del monumento y trascendiendo sin borrarlas, sus connotaciones históricas. El abad recalca la dimensión cristiana de la reconciliación, a la que el Valle sirve por definición legal, y que está grabada en las piedras, en los textos y en los corazones de quienes trabajan diariamente en esa tarea. Desde mi experiencia familiar -concluye su singular testimonio- me gustaría acentuar que el espíritu de concordia debe sobreponerse a las diferencias secundarias, a fin de cimentar nuestra identidad como pueblo sobre las raíces espirituales y culturales comunes.