De Lenin a Chavez

Como si la presencia de Lenin perviviera todavía, a Rusia no se le toca, a China no se le critica, ni siquiera por el Tibet y menos por Xingiang. Birmania e Irán están demasiado lejos y no  nos sirven crudo. Las víctimas del estalinismo se comparan con las del capitalismo y asunto concluido. La globalización sirve en todo momento, a falta de otro símbolo mejor, para demonizar al Occidente. En caso de apuro, se proclama uno antiimperialista y ya está. El desprecio a la democracia sigue estando en el corazón de este neo-socialismo. Los fracasos económicos y sociales se curan ahora con petróleo. A más poder personal del jefe supremo, encarnación del pueblo, mayor empoderamiento de éste: lógica implacable, según el caudillo bolivariano. Juicio sumarísimo al gobierno de Honduras y abrazos a Obiang, nuestro amigo africano. La lucha contra  la opresión y  a favor de la democracia han desaparecido como motivo sagrado y reglas de conducta. El nacionalismo étnico no tiene nada que ver con la Bolivia de Morales. Y mientras se espera que Castro se ablande o se consuma, la nueva patria del socialismo real y de la demagogia ideal se traslada a la Venezuela de Chavez. Y el pobre pueblo, que siempre es el pueblo pobre, es engañado de nuevo.