¿Cualquiera tiempo pasado fue mejor?

 

En El Corbacho, uno de los primeros libros en buena prosa castellana (1438), predecesor  de La Celestina, y que lleva como subtítulo Reprobación del amor mundano, Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera y capellán del rey Juan II de Castilla, es ya por entonces muy pesimista respecto de su tiempo, sobre todo en  cuestiones de moral sexual. Tanto, que bien parece que el fin del mundo ya se demuestra de ser breve.

Y en tanto y a tanto decaimiento -escribe el buen arcipreste- es ya el mundo venido, que el mozo sin edad y el viejo fuera de edad ya aman a las mujeres locamente. Eso mismo la niña infanta, que no es en reputación del mundo por la malicia que suple a su edad, y la vieja que está fuera del mundo, digna de ser quemada viva; hoy estos y estas entienden en amor y, lo peor, que lo ponen por obra.

Piensa el mismo autor que hasta entonces ni el hombre ni la mujer de 20 años apenas sabían qué era amor, mientras ahora no es para decirse lo que el hombre ve, que sería vergonzoso de contar. En este pecado, según el riguroso moralista, que escribe la sátira más famosa del siglo contra las mujeres (y también contra los varones), ya no se guardan fueros ni leyes, amistades ni parentescos ni compadrazgos; todo va a fuego y a mal. Y lamenta especialmente el número de matrimonios que se deshacen de hecho hoy día, aunque no de derecho.

Si exceptuamos la cuestión del derecho, podría tener cualquier lector de estos párrafos al arcipreste de Talavera, tan distinto del de Hita, por un severo predicador de nuestros días.