Crear y creer la revelación

Los lectores asiduos de Unamuno estamos acostumbrados a sus descripciones de la fe como crear lo que no vemos, a  expresiones como crear en fuerza de fe a mi Dios inmortalizador… y otras muchas por el estilo, que hacen concluir a ciertos críticos  evidentes herejías, que arruinan toda tradición cristiana. Releyendo el capítulo IV, “La esencia del cristianismo”, de su decisivo libro Del sentimiento trágico de la vida, me detengo en este párrafo: Así, cada uno por su lado, judíos y griegos llegaron al verdadero descubrimiento de la muerte, que es el que hace entrar a los pueblos, como a los hombres, en la pubertad espiritual, la del sentimiento trágico de la vida, que es cuando engendra la humanidad al Dios vivo. Parece, pues, que vovemos a las mismas. Pero atención a los siguientes e inmediatos renglones: El descubrimiento de la muerte es el que nos revela a Dios, y la muerte del hombre perfecto, del Cristo, fue la suprema revelación de la muerte, la del hombre que no debía morir y murió. Tal descubrimiento, el de la inmortalidad, preparado por los procesos religiosos judaico y helénico, fue lo específicamente cristiano… Aqui, como se ve, no es el hombre el que crea, sino aquél a quien es revelado Dios y es revelada la inmortalidad. La fe, como gracia, como don. No sin el consentimiento humano, sin su esfuerzo y cooperación, tal vez demasiado acentuados...