Archivo por meses: junio 2014

Embalse de Eugui

 

                 El embalse de Eugui (1971) sorprende y atrapa al río Arga, todavía candoroso y aprendiz, en cuanto sale del laberinto pirenaico, al pie de la cantera, a cielo abierto, de magnesita, y lo convierte en lago alpino, azul gris de cielo nuboso, y verdigris de hayas, fresnos, alisos, robles, castaños y helechales.

El lago, en forma de punta de flecha rústica, envía sus aguas para abastecer a Pamplona y su Cuenca. Como los embalses de Añarbe y Articuza las ernvían a San Sebastián y su comarca; el de San Antón -ese culebrón azul entre culebrones verdes- a Irún y Fuenterrabía, y el reciente de Mairaga a Tafalla, Olite y su zona.

Agua de los ríos navarros para dar de beber a las gentes. ¿El agua para el que le llueve? No, el agua para todo aquél que le necesite.

La España del rey Felipe VI

 

– Con 33 grados en Madrid, la televisión en todas las casas, la crisis todavía haciendo de las suyas, el día de labor, el anuncio de que el coche real iría cerrado…, el clamor y el entusiasmo de los madrileños ante los nuevos reyes -muy superior a lo visto, recientemente, en Amsterdam o Bruselas-  ha  sido reconfortante para todos.

– Del discurso, que ha sido todo lo que completo que puede ser dentro de su brevedad, me quedo con la sabia humildad sobre el reducido poder “político” de la Monarquía parlamentaria, pero a la vez sobre su alto poder moral (¿”alta política”?) y ejemplarizante.

– Las anécdotas amables, y hasta entrañables, de la jornada han sido muchas. Elijo esos besos en las manos de las princesas por parte de Felipe González. Del pasado al futuro por medio del respeto, del amor y del servicio.

– Por vez primera, dentro de la espesa historia de la Monarquía española, se hace un acto real de esta índole en términos totalmene laicos (de laicidad, no de laicismo). Signo de los tiempos.

El consenso nacional sobre todo

 

         Escuchaba esta mañana al ex ministro Eduardo Serra, siempre digno de escuchar, que deshacía con elegancia ese cuento de que cada generación ha de inventar el mundo o ha de necesitar, al menos, darle la vuelta a la herencia de sus mayores, sin tener en cuenta eso que de tradicion, de riqueza, de sabiduría y de valor colectivos va adquiriendo, acumulando y legando para la posteridad cada pueblo, cada nación. Es, como la platería de los abuelos, decía Serra con un bella imagen casera. Y más que una Constitución, que no es cosa de cambiar cada veinte o  treinta año, él ponderaba el consenso, base y sostén, de la Carta Magna. El consenso que nos costó decenios, siglos,  conseguir y ponerlo en marcha. Qué frivolidad hablar a todas horas de reformar la Constitución, sin tener una idea clara de esa reforma, y ni siquiera de la necesidad de llegar al acuerdo entre muchos en algunas reformas comunes. Como si cada grupo, cada facción, cada partido fuera capaz o quisiera hacer la Constitución a su gusto y dominio, como tantas veces en la historia de España. Repienso todo esto tras escuchar el buen discurso de despedida del rey Juan Carlos, leido por un subsecretario de Estado, en un acto breve, esencial, tan sobrio que nos ha sorprendido a todos tamaña sobriedad. Sí, el consenso, Hasta para admitir la abdicación del rey. Hasta para respetar la bandera constitucional el día de la coronación del nuevo rey. O al selecccionador nacional de fútbol cuando se pierde un partido decisivo. Y es que el consenso es el fruto de muchas virtudes personales y sociales, y de virtud (que signfica en sí  esfuerzo y fortaleza) muchos no quieren ni oír y menos dejarse contagiar.

Españoles por los cuatro costados

 

              Hablaba  el abogado y economista carlista navarro, ex diputado foral, don  Joaquín Beúnza, en la plaza de toros de Pamplona, el domingo, 14 de junio de 1931, en un grandioso mitin de afirmación católica y fuerista, ante más de 20,000 personas. Miembro de la Ponencia del Estatuto de Autonomía, como miembro de la Sociedad de Estudios Vascos, se refería a la necesidad de hacer bien las cosas, no a trompa y talega, a fin de conseguir un Estatuto permanente y no un germen de discordias, que es lo que ocurrió   Al terminar su discurso, el que iba a ser después de pocos días jefe de la Minoría Vasco-Navarra en las Cortes Constituyentes, quiso decir algo muy interesante, sobre todo pensando en lo que ocurría en Cataluña, que no era nada, por cierto, comparado con lo que iba a ocurrir. ¿ Y qué era eso tan interesante? Pues, nada menos que esto: Que, al aspirar nosotros a nuestro Estatuto, afirmamos que somos españoles, españoles y españoles. Porque España no es cosa distinta de Navarra, de Aragón, de Cataluña… Es la resultante de todas las Regiones por derecho histórico, que acatamos, y cuyo lazo de unión es fundamentalmente el sentimiento religioso. Este es el aglutinante que vino, a través de la Historia, a todas las Regiones de España. Somos españoles por los cuarto costados, como somos fueristas y somos religiosos.

Qué maravilla de hombre…

 

    Qué maravilla de hombre es Francisco. Me ha gustado mucho. Fue el primer mensaje que recibí ayer noche, tras la emisión por la 4TV de la entrevista hecha por el periodista judío sefardí Timerman al papa actual. A mí también me pareció una maravilla: en la presentación, en el contenido, en la dicción, en la alegría del coloquio por parte de los dos… La sencillez y donosura en el relato de su elección pontificia y de sus primeras medidas pastorales;  la descripción del origen y desarrollo del acto superecuménico, que no político, con judíos, musulmanes y ortodoxoos en los jardines vaticanos, del que escribí hace unos pocos días; la vivencia de las raíces judías del cristianismo; la necesidad del encuentro personal del papa con la gente (papa-móvil); la condena de la riqueza en la Iglesia (apacentar y apacentarse) y del terrorismo en nombre de Dios; la crítica severa de una economía mundial deshumanizada, que va dejando en el camino ancianos, niños y jóvenes; la aguda visión de la independencia por secesión; las bromas sobre el Mundial de fútbol… No sobró una palabrra. No hubo una pizca de “dogmatismo” ni de frivolidad. Todo fue profundo, sencillo y actual. Una maravilla.

Saber perder

 

   La selección española -yo no la llamo “la Roja”, aunque tenga su razón popular- ha sabido perder. Desde su entrenador hasta los jugadores que han hablado. Supo perder en el campo y fuera del campo. Si a alguien le parece poco, se equivoca. Para mí, después de ganar, es lo mejor que podía ocurrir. España, que  tantas malas lecciones ha recibido del mundo del fútbol, aparte los triunfos deportivos, necesita lecciones como ésta de ayer y de hoy. Y pase lo que pase, es de lo mejorcico que puede sucedernos.

Unidad y variedad de España

 

    Antes, la unidad en la variedad; después, la variedad en la unidad, resume don Modesto Lafuente  en el Discurso preliminar a su famosa Historia general de España, distinguiendo los tiempos de la Monarquía absoluta borbónica de los tiempos de la Monarquía constitucional, continuados hoy, de manera mucho más intensa, en la España autonómica. Cuando España era sobre todo una, abundaban los panegiristas de la unidad. Después, abundaron y siguen abundando los panegiristas de la variedad, de tal manera que el valor diferencia es omnipresente y omnipotente, mientras el valor unidad o cohesión y sus derivados aparecen como antivalores, o, lo que es peor, no-valores. Lo que rompe el equilibrio necesario de cualquier existencia. Porque toda entidad es una y varia, desde el átomo al universo entero. Sin unidad (cohesión) y variedad (diferencia) no existe nada ni nadie. Y cualquier distorsión de las mismas es ignorancia o falsedad, y siempre anti-realidad.

De referéndums o referenda

 

       Los que tanto hablan, sin ton ni son, del referendum monarquía-república , durante estos días, podrían advertir la diferencia esencial que hay entre los referéndums que se pueden fácilmente repetir y los que no se pueden repetir, o difícilmente se pueden repetir, dada la nauraleza de la materia referendable, su costo de todo género o el perjuicio de muchos.- Por otra parte, podían pedir algo mas urgente y necesario para la renovación de la polìticca española, como es la injustísima ley electoral, de la que casi todo el aparato del Poder depende; o la financiación de partidos y sindicatos; o la actuación de ciertos grupos polìticos que no sólo no condenan a ETA, sino que la justifican y quieren seguir justificándola de muy diversas maneras, y que aprovechan, ellos también, el viaje para sumarse con sus banderas homicidas a la tararira del referéndum.- En cuanto a unas posibles elecciones para la presidencia de una hipotética III República, difícilmente piensan sus entusiastas propugnadores que los candidaatos con más posibilidades de estrenar el nuevo régimen como flamantes jefes de Estado serían, sin duda, no Pablo Iglesias II o Cayo Lara, sino Felipe González y José María Aznar, tanto monta monta tanto. ¡Ingenuos!

Un libro de Ángel Cornago


Ángel Cornago Sánchez es un médico especialista, máster en bioética, director de una clínica en Tudela, conferenciante y escritor variado, autor de varios libros de éxito. Me envía los dos últimos: uno de ellos delicioso, de relatos cortos sobre la España de la posguerra, en su segunda edición, y otro, dentro de su especialidad, titulado Para comprender al enfermo, muy bien escrito y de harto provechosa lectura. Sus capítulos están dedicados a la salud, la enfermedad, el enfermo, el dolor y sufrimiento, las medicinas alternativas, la familia, la vejez o la muerte. En el último capítulo, Cornago se demora en hacer resaltar las diferentes concepciones y prácticas de la muerte de ayer y hoy, y escribe en sus últimos párrafos: La muerte de hoy es con frecuencia la muerte en soledad. Nos parece una muerte trágica, y conceptuamos la soledsd como un sufrimiento añadido muy importante. Por eso nos imaginamos una muerte buena como una muerte en paz, sin sufrimientos, y, sobre todo, rodeados de nuestros seress queridos, que en ese momento nos aportan cariño y consuelo. Hoy es frecuente que  esto no sea así. Lo habitual es morir en un hospital, rodeados, eso sí, de toda la parfernalia terapéutica, que sirve de poco en ese momento, y en muchas ocasiones, solos.