Archivo por meses: junio 2014

Los arévacos y los vectones

Nos lo aprendimos de memoria en la clase de literatura. Uno de los trozos más brillantes era aquél: España, evangelizadora de la mitad del orbe. España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio (…) Esa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectones, o de los reyes de Taifas. A este término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea.- ¿Qué hubiera dicho ahora don Marcelino, el autor de aquel glorioso Epílogo a su apasionada obra de juventud Historia de los Heterodoxos Españoles?. Claro que hoy sabemos bien lo que de excesivo y unilateral hay en esos patrióticos párrafos, pero millones de españoles, incluidos catalanes y vascos, lo creyeron y lo vivieron así. Tras la Ilustración y las Cortes de Cádiz, la religión no fue ya factor de unidad, sino de división. Ya no había un común enemigo religioso extraño, ni musulmán ni protestante. Ahora contendían ya sólo españoles: liberales contra realistas y carlistas; católicos confesionales contra agnósticos, indiferentes o ateos, también contra católicos liberales. Poco después, contra socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, y viceversa. Si la religión ya no unía, sino que dividía, la lengua tampoco unía a todos, porque había varias lenguas, que también servían de división. Un día cercano, tras una República sectaria y torpe, y una guerra y posguerra crueles, nos unió el deseo de la democracia y de la paz, y el sueño de Europa. Y una Constitución, que votamos abrumadoramente. ¿Qué nos une hoy? ¿Dónde está el proyecto sugestivo de una vida en común (Ortega)? ¿Qué nos une a los arévacos y a los vectones de hoy? ¿Qué une a nuestros reyes de Taifas? Son preguntas radicales que pocos se plantean y menos se contestan.

La alegría religiosa


En una entrevista que le hacen en el semanal más vendido de España al prefecto de la Casa Pontificia, el alemán George Gänswein, secretario de los dos papas, le preguntan si el papa Francisco trae una forma distinta de religiosidad. Y contesta aquél: Francisco trae consigo una musicalidad religiosa que nosotros, en Europa, tenemos que recuperar, que volver a aprender. Y eso es algo que sólo puede hacernos bien. La alegría religiosa que allí se percibe es un gran regalo para nosotros en Europa. Revivo estas sabias palabras cuando veo, en medio de una intensa emoción, la ceremonia celebrada en los jardines del Vaticano, entre el presidente de Israel, el presidente de la Autoridad Palestina, el Patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé, y el papa Francisco. Una iniciativa genial de éste último, por encima de la política y de la diplomacia. Nunca habíamos visto algo semejante: oración compartida por la paz, música, silencio, petición de perdón, compromiso personal, diálogo posterior entre ellos… Muchos siglos están presentes, con tantos momentos dramáticos, en ese gesto sumamente ecuménico que los ilumina, los rescata, los purifica, los redime, los proyecta hacia un futuro más sereno y pacífico. ¿Qué es todo esto sino un fruto de esa alegría religiosa, hija de la esperanza en el mismo Dios de las tres religiones?

Veni, Sancte Spiritus

Veni, Sancte Spiritus
et emitte coelitus…


Ven, Espíritu Santo:
Amor
de Padre e Hijo
(Los dos,
los tres
en un uno y único
Dios.
El amor es el misterio
que desborda a la razón).

Ven, Tú, la Gracia primera,
divino Don.
Tú, de todos los pobres
Padre y defensor.

Tú, huésped
y hospedador.
Aire, brisa, viento y gozo
consolador.

Ven, luz que alumbras la noche.
Agua que limpias y riegas
la tierra seca y sin flor.
Fuego que abrasas los hielos.
Guía en la selva del mundo.
Descanso del corazón.

Ven, Don de los siete dones,
gracioso y agraciador.
Salva a quien quien quiere salvarse,
Tú que eres la salvación.

“Quedóme también poco miedo a la muerte…”

Quedóme también poco miedo a la muerte, a quien yo siempre temía mucho; ahora paréceme facilísima cosa para quien sirve a Dios, porque en un memento se ve el alma libre de esta cárcel y puesta en descanso. Que este llevar Dios el espíritu y mostrarle cosas tan excelentes en esos arrobamientos paréceme a mí conforma mucho a cuando sale un alma del cuerpo, que en un instante se ve en todo este bien. Dejemos los dolores de cuando se arranca, que hay poco caso que hacer de ellos, y a los que de veras amaren a Dios y huvieran dado de mano a las cosas de esta vida, más suavemente deven de morir.

(Santa Teresa de Jesús, Vida, 38, 5)

Últimos aforismos

El IVA siempre viene. Nunca se va.

El papa Francisco, en su homilía de Jueves Santo, dijo a los sacerdotes que le escuchaban que no pueden ser ni untuosos, ni suntuosos ni presuntuosos. ¡Nada de untos!

¿Que tiene que ver el lobo con las lobelias?

El rey Juan Carlos I

Recuerdo vivamente el día en que el todavía flamante rey Juan Carlos I nos recibió (año 1980) a la Mesa del también flamante -y, además, en llamas- Parlamento de Navarra. Fue un buen espaldarazo a nuestro titubeante institución. Después, durante toda mi vida parlamentaria, aqui, en Madrid y en Bruselas-Estrasburgo, tuve ocasión de encontrarme varias veces con él. Mi partido de entonces (PSOE) fue siempre leal a la Monarquía Parlamentaria y nunca tuvimos nosotros reserva mental alguna. Pero en los últimos años, las noticias de las aventuras amorosas y cinegéticas del monarca, sus malas compañías, comenzando desde la propia familia… fueron restándole cercanía, simpatia y hasta respeto. Creo que ha sido, en esas circunstancias, oportuna y justa su abdicación. Pero no podemos olvidar que durante treintaycinco años elevó la institución monárquica al puesto más alto de la escala de preferencias de los españoles. Deseo que esa misma marca la consiga de nuevo su hijo Felipe VI, y aun que la supere.

En Leire más regio que nunca

(Durante estos seis ùltimos días se me desvencijó el equipo anterior y he tenido que comprar uno nuevo. Añado ahora las entradas acumuladas y retrasadas, correpoondientes a esas fechas).

Hoy, en Leire, invitado como amigo del P. Jesús Morras, premio Príncipe de Viana, he vivido una jornada memorable. El cierzo recio, destemplado y húmedo, que despeinaba las hayas recién verdecidas y dejaba impasibles los robles avezados, contrastaba con la plácida azulidad de nuestro mar del Pirineo. Y, aunque nos obligó a refugiarnos en la iglesia abacial, no pudo deslucir la celebración de la unión del reino de Navarra con el de Castilla y luego España, nada menos que con la presencia del nuevo rey Felipe VI-Felipe VIII, ni el triunfo de la cultura en la persona y en la obra del humilde capuchino Tarsicio de Azcona, biógrafo de Isabel I de Castilla y autor de numerosos trabajos históricos. El templo románico-gótico. Los discursos bien ajustados y actuales. La música del Orfeón pamplonés. El concierto de órgano inaugurado para la ocasión. La alegría de los invitados. La conciencia de vivir una acontecimiento limpio,luminoso, original y fraterno. Todo justo y memorable.

El “lío” de Arganda

 

          El “lío”, que el papa Francisco quería que se armara en la Iglesia, se hizo patente en la parroquia de San Juan Bautista de Arganda, provincia de Madrid y diócesis de Alcalá de Henares. Entre el 23 de marzo y el 6 de abril de este año, dos semanas de la Cuaresma anterior a la Pascua, todo un grupo de misioneros seglares, compuesto mayormente por mujeres jóvenes y mayores, coordinado por el Grupo Misionero de Primer Anuncio-Kerygma, se lanzó a la calle -con su sola palabra, unas veces, con la ayuda de algunos folletos, otras-, todas las tardes, mientras otros muchos oraban por ellos, a encontrarse con la gente, hablarles de Dios  y de Jesús, e invitarles, en su caso, a pasar un rato en el templo parroquial. Las anécdotas fueron innumerables. A todo ello se añadió toda una serie de eventos que rodearon la campaña misionera: conciertos-oración; recogida de alimentos para Caritas; procesiones con la Patrona, la Virgen de la Soledad; testimonios de personas alejadas de la fe… Un nuevo estilo de aquellas misiones populares que todos hemos conocido. Protagonizadas esta vez por seglares de cada día, misioneros de corazón, convertidos en misioneros de ocasión más intensa y programada, acicate para la misión en el resto del año. Todo un “lío”, complicado y sencillo a la vez”, propio del tiempo, de nuestro tiempo “laico”. En una parroquia de la provincia de Madrid, España, ejemplo para otras muchas.