Archivo por meses: diciembre 2006

La paz como cebo

Al comienzo de su Tercer discurso contra Filipo, año 341 a. C., alude Demóstenes a los dicterios de algunos atenienses que tienen por “causantes de la guerra” a quienes proponen decretos o consejos para defender a su pueblo: “Por eso yo, antes de nada, propongo y defino esta cuestión: si está en nuestro poder deliberar sobre si hay hay que mantener la paz o hacer la guerra“, Si es posible la paz, el orador de Peania es partidario de mantenerla y pide al que haga esa propuesta que la presente por escrito, actúe en consecuencia y no ande con engaños cuando está tan próximo el enemigo que sólo busca la guerra: “Mas, si otro en la alternativa, teniendo las armas en la mano y una gran fuerza militar a su alrededor, os echa por delante ccomo cebo el nombre de la paz, pero él mismo se vale de las acciones de la guerra,¿qué otra posibilidad queda sino la de defenderse de él? Si queréis tan sólo declarar que estáis en paz, como hace aquél, no me opongo. Pero, si alguien supone que es paz la situación de la que se vale aquél para venir un día contra nosotros, una vez se haya apoderado de todo lo demás, en primer lugar está loco, y luego se refiere a la paz de que goza aquél por parte nuestra, no de la que gozamos nosotros por parte de él“.

“Yo no dimito”

Cuenta el general Alfredo Kindelán que el generalísimo Franco, acabada la segunda guerra mundial, en la encrucijada más grave de la vida del régimen, le confesó paladinamente un día: “Yo no haré la tontería de Primo de Rivera. Yo no dimito: de aquí al cementerio”. Revivo la anécdota, cuando veo que dictadores o dictadorzuelos de toda laya -africanos, euro-asiáticos, asiáticos, iberoamericanos y oceánicos- se suceden a sí mismos; cambian, si es menester, las leyes para perpetuarse; forman a veces dinastías propias, y piensan antes en el cementerio, panteón incluido, que en el futuro democrático de su pueblo. Y es que el caudillaje, una vez asumido, es cuestión de vida o muerte. Y hasta ciertos malos políticos democráticos se dejan tentar por el caudillismo. Quien se cree caudillo y no representante de su pueblo, o rey absoluto, comendador de los creyentes, libertador revolucionario, general o generalísimo con mando en plaza pública, comandante en jefe, duce, führer, conductor, conducator… pero no presidente (el que se sienta primero, pero entre iguales) o rey constitucional, se cree asimismo elegido por la naturaleza, por la suerte, por los hados, por la fuerza, por los los dioses o por Dios, y hasta por la mejor parte del pueblo, pero no por el pueblo. Por eso mismo se cree elegido, en principio, para siempre, no como si fuera elegido por electores volubles y tornadizos. Dictator perpetuus, se llamó César. La perpetuidad va no sólo en el sueldo, que suele ser pingüe, sino en la naturaleza de la cosa. Con pocas excepciones…, como la de Primo de Rivera.

Primero, convencidos

En su discurso Sobre los asuntos del Quersoneso, año 341 a. C., el insigne político y orador griego Demóstenes de Peania, dirigente del partido popular e implacable adversario del partido filomacedonio, sigue exhortando a los atenienses a hacer frente a las invasiones de Filipo, donde quiera que tengan lugar. Los atenienses, les dice, no están bien dispuestos a mantener un imperio, pero son diestros en impedir que otro lo consiga o a arráncárselo a quien lo tenga, “y a recobrar a toda la humanidad para restablecerla en los cauces de la libertad”. El rey macedonio no quiere que la libertad que de Atenas se expande esté de ninguna manera al acecho de sus buenas oportunidades, y en esto sus cálculos no son incorrectos ni vanos: “Entonces, en primer lugar, es necesario que lo consideréis irreconciliable enemigo de la constitución y de la democracia, pues si no estáis convencidos de eso en el fondo de vuestras almas, no querréis tomar en serio los acontecimientos presentes”.

Moros, judíos y protestantes

El último ponente de la mañana, en la que hablé sobre la Iglesia y la Segunda República, en el congreso ya citado, fue el popular escritor e historiador César Vidal, quien habló sobre las minorías religiosas durante la República, la Guerra civil y el franquismo. 1) Los moros, como antes se les llamaba, eran una mayoría religiosa en el Marruecos español, y tenían libertad para el culto privado y público. Fueron favorables a Franco tras el alzamiento de julio y decenas de miles de ellos combatieron en sus filas. 2) La minoría hebrea -de 8 a 10 mil sefardíes en Marruecos español- había abierto en 1928, por vez primera desde 1492, un centro judío en Barcelona. La sinagoga en esta ciudad fue destruida en los primeros meses de la República, pero abierta dos años más tarde. Algunos judíos emigraron viendo lo que les venía encima. Estallada la guerra civil, se cerraron las sinagogas en Marruecos y se fusilaron algunos judíos, acusados de masones. Otros, en cambio, suscribieron manifiestos a favor de Franco y colaboraron económicamente con su causa. El generalísimo tranquilizó a los de Marruecos tras los primeros abusos y atropellos que sufrieron. Por otra parte, muchos judíos combatieron asimismo en las “brigadas internacionales”. Después de la guerra, la sinagoga y el centro de Barcelona fueron profanados. Algunos judíos pasaron entonces a la clandestinidad. Desde 1945 la situación de la minoría hebrea en nuestro país fue parecida a la que vivió durante la monarquía, con la constitución de 1876: una tolerancia mejor o peor llevada, con una mayor libertad en Marruecos. 3) Y algo así podría decirse, en general, de los evangélicos, que pudieron ser por entonces en toda España unos 15.000. La República no les añadió gran cosa. No se conocen políticos evangélicos. Tras el alzamiento de julio, los protestantes, sus templos, sus colegios, sus colportores, etc., desaparecieron. Sostiene Vidal que, si algunos de ellos fueron fusilados, lo fueron por ser masones. Después, si no persecución, hubo, sobre todo en los primeros tiempos, hostilidad y hostigamiento, aunque algunos pastores protestantes españoles elogiaron a Franco y se atrevieron a pedir, con la ayuda de relevantes protestantes extranjeros, un tratamiento digno para los seguidores de la Reforma. Desde el final de la guerra europea se abrieron los templos y la libertad de los evangélicos mejoró notablemente, a pesar de las restricciones a la que les sometía la institucionalización de la religión oficial única del Estado, que fue hasta los tiempos del Concilio Vaticano II, la católica.

Constitución de 1978

Al terminar mi ponencia en el congreso de Madrid sobre Iglesia y Segunda República, teniendo a tantos jóvenes delante, a quienes podría parecer un tanto negativa mi exposición, propicia tal vez a la tristeza “histórica”, añadí convencido y resuelto: “A nuestra generación, a la anterior y a la siguiente, nos tocó sobre todo el honor y el esfuerzo de intentar superar la República y la Guerra. Y eso es lo que hicimos con la llamada Transición, que fue sobre todo Concordia, Reconciliación y Constitución. Una Constitución, no sectaria como la de 1931, sino abierta, generosa y consensuada. A pesar de los pesares, que son muchos, la inmensa mayoría de españoles no hemos renunciado a todo eso. Y somos también inmensa mayoría, tras el ejemplo de muchos que nos precedieron con el mayor de los sacrificios, los que seguimos trabajando al servicio de ese “sugestivo proyecto de vida en común”, que se llama España”. Algo parecido dije el día 1 en mi conferencia sobre la guerra civil española, en el Volksbank de Paderborn: “La inmensa mayoría de los españoles no queremos ni ganar ni perder otra guerra, como algunos parecen hacerlo, intentando revivirla. Lo que sí queremos es la paz verdadera, la libertad humanizada y un sereno y progresivo futuro común”.

Paderborn

Un percance casero, imprevisto, me obliga a quedarme, regresando de Paderborn, un día en Bilbao y me impide llegar a la cita diaria con mi bitácora. Una fecha después, no puedo menos de referirme a la ciudad westfálica hermanada, que traigo muy viva en la memoria cordial, y a ese programa “Adviento en Paderborn”, que nos preparó nuestra hermana mayor, la sociedad hispano-alemana de allí, presidida por el infatigable Pablo Rivero, tan boliviano y español como buen alemán. La matinée en el Rastkeller, con los tres miembros honorarios, entre ellos, nuestro ex presidente José Javier Gortari; la misa del domingo y el almuerzo en el imponente Liborianum, donde nos hospedábamos; la tradicional y bella fiesta de Adviento, junto al círculo húngaro-alemán, en la iglesia de Weiberg, en Büren, a una hora de autobús recorriendo la Westfalia otoñada, con el Kafé trinken consiguiente… Y luego, nuestras visitas personales a la ciudad entrañable: cripta de San Liborio, iglesias románicas, palacio y capilla de Carlomagno, mercadillo de Adviento y Navidad… Los paseos con Jesús Barrientos alrededor de las murallas de la antigua bastida y la visita mañanera a la gloriosa iglesia jesuítica de San Francisco de Javier, el día de su fiesta; el discurso de nuestro presidente Jesús Hernández sobre las sociedades de hermanamiento; las múltiples muestras de afecto y atención de nuestros amigos, conocidos o nuevos conocidos, alemanes y españoles en Paderborn… Dejemos que lo diga la poesía, este breve fragmento del poema que escribí allí hace dos años, y que volvimos a recitar, entero, en español y alemán, en uno de nuestros encuentros:
Río ciudad, ciudad que el río,
en su fervor de voces manantiales,
congregó en torno a sí, y con la ciencia
de la Naturaleza que no engaña,
te hizo nacer, crecer, correr y derramarte,
enseñándote el arte más bello de la vida.
Europeo, navarro y español, yo te saludo,
ciudad hermana, hermanada y hermanante,
manante de hermandad y de belleza,
de historia bien vivida y orientada.

San Francisco de Javier
Desde Paderborn, donde celebramos muy solemnemente, como es habitual en Alemania, el primer domingo de Adviento, me uno a la fiesta de nuestro Patrono y clausura del V Centenario de su nacimiento en 1506, con esta segunda estrofa de la letra que compuse para el himno oficial del Centenario, himno casi tan desconocido hoy como antes de componerlo:
Fue el hombre para todos
Francisco de Javier:
los pobres, los esclavos,
los hombres del saber,
los presos, los enfermos,
los dueños del poder.
Amándolos a todos,
se hacía todos él.