” Y, si Cristo no resucitó, vacía es nuestra predicación, vacía tambièn vuestra fe” (I Cor, 15, 14)
Si Jesús de Nazaret,
el Único, el Señor,
por la fuerza de Dios omnipotente,
no resucitó de entre los muertos.
Si tras él no resucitaron,
Sócrates, Catón y Agustín de Hipona.
Si por Cristo y con Cristo,
no se levantaron de sus fosas
Francisco de Asís, Fancisco de Javier y fray Luis de León,
Teresa de Jesús,
y los sabios eminentes:
Leibniz, Newton y Theillard de Chardin.
Si no resucitaron para siempre,
con mis padres, parientes y amigos,
todos los creyentes
en el Dios de Jesús de Nazaret,
¿por qué habría de importarme
hundirme para siempre en las simas del olvido,
comunal e inapelable?