Viernes de Pascua (Mc 16, 12-13; Luc 24, 13-35)

Los dos discípulos de Emaús
se “escandalizaron” de Jesús:

el Profeta, a quien crucificaron,
con lo que sus sueños se esfumaron.

Porque habían esperado en él
como libertador de Israel.

Se lo contaban a un peregrino
al que encontraron en el camino,

quien explicaba las profecías
por las que el Cristo padecería.

Les abrasaba su corazón
aquella ciencia y aquella unción.

Junto a la aldea, quiso alejarse,
mas le insistieron para quedarse.

El peregrino les partió el pan
con tan ardiente fervor y afán,

que los sentidos se les abrieron
y a Jesús mismo reconocieron.

El peregrino despareció
mientras el gozo les estalló.

Y se volvieron a la ciudad
para contarles la novedad

a los amigos que estaban juntos,
entre contentos y cejijuntos.

Unos hablaban de apariciones
y otros hacían sus objecciones.

Y les contaron los de Emaús
cómo se encontraron con Jesús.