Los dos discípulos de Emaús
se “escandalizaron” de Jesús:
el Profeta, a quien crucificaron,
con lo que sus sueños se esfumaron.
Porque habían esperado en él
como libertador de Israel.
Se lo contaban a un peregrino
al que encontraron en el camino,
quien explicaba las profecías
por las que el Cristo padecería.
Les abrasaba su corazón
aquella ciencia y aquella unción.
Junto a la aldea, quiso alejarse,
mas le insistieron para quedarse.
El peregrino les partió el pan
con tan ardiente fervor y afán,
que los sentidos se les abrieron
y a Jesús mismo reconocieron.
El peregrino despareció
mientras el gozo les estalló.
Y se volvieron a la ciudad
para contarles la novedad
a los amigos que estaban juntos,
entre contentos y cejijuntos.
Unos hablaban de apariciones
y otros hacían sus objecciones.
Y les contaron los de Emaús
cómo se encontraron con Jesús.