Vida cristiana bajo mínimos

Mientras aqui defendemos todo pluralismo, como ahora se dice, construimos mezquitas, distinguimos unos musulmanes de otros, y no paramos de hacer actos inter-religiosos, ecuménicos, el capuchino suizo Paul Hinder, arzobispo responsable del Vicariato Apostólico en la Peninsula Arábiga -tres millones de km. cuadrados, con  dos millones de cristianos, sobre todo católicos, de 90 nacionalidades- apenas puede hacer nada. Son, sus fieles, en su inmensa mayoría, trabajadores inmigrantes, procedentes mayormente de India y Filipinas,  la mayoría de los cuales trabajan allí poco tiempo y vuelven a sus países de origen. El predecesor de Hinder, el  arzobispo italiano Giovani Bernardo Gremoli, hizo un trabajo maravilloso durante los 29 años que estuvo al frente del Vicariato; casi todas los templos existentes fueron renovadas o construidas por él. Aparte de la ciudad de Adén, entonces colonia inglesa,  donde comenzó la misión en el sigo XIX, existían iglesias desde 1939 en Bahrein, y desde 1960 y 1970 en los Emiratos Árabes Unidos y en Omán. Ahora acaba de levantarse, entre sollozos de alegría de los católicos, la primera iglesia en Qatar, la proxima sede del Mundial de Fútbol, esa firma que lucen los futbolistas del Barcelona, y cuya primera dama encantó a los españoles en su reciente visita a Madrid. Pequeños avances, como se ve, porque en Arabia Saudí, por ejemplo, ni eso siquiera. Según Hinder, todo lo hacen los católicos en esta parte del mundo bajo mínimos. Tienen lo mínimo para ofrecer el catecismo a los niños. El mínimo de misas y de trabajo caritativo. Si quieren abrir una escuela, se presentan los problemas legales. No pueden tampoco tener asociaciones y, no digamos, un hospital. La ley islámica, la sharía, es obligatoria y omnipresente. Necesitan para todo un colaborador local, islámico, que debe tener el 51% de la propiedad… Bajo mínimos. Y los numerosos magnates de la Península Arábiga y aledaños, entre nosotros, y no sólo en Marbella, bajo máximos. ¡Y nosotros, sin enterarnos!