Una sociedad enferma (VI)

El recorte de 10.000 millones en sanidad y educación ha hecho reaccionar máximamente a la sociedad española, que cree le desmantelan el llamado Estado de bienestar. Ignacio Sootelo nos ha recordado que una cosa es el Estado de bienestar y otra el Estado social. Éste último nació con el canciller alemán Bismarck, en el siglo XIX, ligado a las grandes empresas, para domeñar al movimiento obrero,  y cuyo objetivo era la paz social: sanidad, pensiones, educación y seguro de desempleo. El Estado de bienestar completa las prestaciones del anterior, al distribuir la renta nacional desde una perspectiva más igualitaria, haciendo hincapié en una educación compensatoria, bajo el principio sublime de la solidaridad. En España la escolarización primaria plena empezó con la ley general de Educación, del ministro Villar Palasí, en 1970. Desde entonces hemos llegado a escolarizar hasta los 16-17 años un 70% de chicos y adolescentes, y un 25% en el grupo de los 18-25 años. Con  más de millón y medio de universitarios, España es uno de los países europeos con mayor población juvenil en las aulas. En la última década el gasto en educación ha crecido a un ritmo constante: de 29.327 millones de euros, en 2001, a 53. 306 en 2010. Las becas y ayudas superiores supusieron en 2011 unos 1.600 millones de euros,  un 3´5% más que el curso anterior, y los beneficiarios fueron 1.730. 874 alumnos. El decreto del Gobierno actual, que implica tanto a la enseñanza pública  como a la concertada, con templa reducir el gasto del 4´9% del PIB actual al 3´9% en cinco años, lo que suma unos 7.000 millones. Y, además, afecta: a la jornada de profesores, a la ratio de alumnos por aula, a las tasas universitarias  y a las becas en el mismo sector. El más difícil acceso a la universidad  de quienes no puedan pagar las tasas; la reducción de becas; la reducción de profesores, y ahora con una mayor carga lectiva, así como la mayor ratio de alumnos por aula son los aspectos más criticados y protestados. Pero todo ello deberá contrastarse con los primeros resultados sobre el desdichado fracaso escolar, una de las notas de nuestro sistema educativo, que sitúa a España, con un 30% de abandonos, por debajo de la media europea y da resultados negativos en lectura, matemáticas y ciencias, según todos los informes PISA de la OCDE. Pero el informe PISA sigue criterios muy abstraídos de la realidad cotidiana, y no valora, por ejemplo, el valor primordial de la integración en España de  numerosos alumnos excluidos hasta hace bien poco de la escuela, además de muchos inmigrantes, que, naturalmente condicionan el resultado final de la encuesta,  sin jerarquizar  valores, como si de un país todo de ricos y de familias de profesionales se tratara. Mucho está, pues,  por ver, por vista que sea la protesta general de profesores y alumnos, a menudo distinta en muchas de sus expresiones concretas.