Una rectificación política insólita

Raro es siempre ver y oír rectificar a una persona pública, y todavía más a un político, ya que la rectificación puede llevar consigo consecuencias graves, que afectan, además, a muchas personas, a veces a todo un partido o partidos varios. La llamada Revolución de Octubre, un eufemismo interesado, que fue en realidad un golpe revolucionario contra el Gobierno de la República y contra la  misma República, llamda entonces burguesa, falsamente democrática, desvariada y desvíada, fue en aquel momento y durante muchos años después, para muchos hasta hoy mismo, una gesta heroica, quizás la más grande de su historia hasta la guerra civil -de la que fue preluidio y según algunos principio-, un mérito inmenso, un honor altísimo, una gloria. Pues bien, que yo sepa sólo un socialista insigne, y a la vez uno de los mayores responsables de aquel golpe, fue capaz un día, a los ocho años de los sangrientos sucesos que provocó, de arrepentirse de lo hecho y de prometer no volver a hacerlo nunca más. Fue en su conferencia en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de la ciudad de México, 1 de mayo de 1942. Terrible error fue, según el ex ministro asturiano-vasco, el haber ido divididos republicanos y socialistas a las elecciones de noviembre-diciembre de 1933. Con unos pocos votos menos que en las elecciones de junio de 1931, tuvieron los primeros sólo unas docenas de escaños, y los segundos nada menos que la mitad: de 115 pasaron a 59. En  aquellas fechas electorales Prieto ya se lo había dicho a todo el mundo, y por tanto no era eso nuevo en él. Claro que el político exiliado español  -entendámosle bien en ese año y en ese ambiente, entre emigrados españoles socialistas y republicanos-, no se pone a explicar cómo y por qué, aun antes de aquellas elecciones, había cuajado en la mayoría de la dirección del partido socialista la voluntad de sobrepasar el régimen republicano y sustituirlo por una República socialista, incluso de manera violenta. Lo cierto es que reconoce que él también se dejó llevar, y de qué modo: Colaboré en ese movimiento con el alma, acepté las misiones que antes  aludí y me encontré -¡hora es ya de confesarlo!- violentamente ultrajado. Porque cuando regresé de Asturias [donde asistió al desembarco de armas, que el mismo compró y embarcó, dís antes] (…) después del alijo, me encontré envuelto en un ambiente de recelo y desafección, que suponían para mi la mayor injuria, y destituido, sin saber por qué, de mi misión de enlace con los militares, y sustituido yo, un hombre de mi historia, por un advenedizo! (Muy bien. Aplausos)”. Quien le destiuyó de esa misión y de otras, como la de comprar armas y buscar dinero de ciertas maneras, fue el presidente del partido, Francisco Largo Caballero, que había recibido serias quejas de los mismos miiltares y de otros militantes socialistas sobre las actuaciones de don Inda. Pero, a pesar de todo, continuó  éste preparando lo que ellos llamaban entonces “el movimiento”. Desde enero de 1934 Prieto había sido uno de los más serviles y obedientes colaboradores de Largo, en contra de la minoría ugetista de Julián Besteiro, pronto enviada al ostracismo, para la que el movimiento era una locura. Y, aunque ahora en segunda fila, el diputado por Bilbao confiesa su compromiso: Yo no tenía opción y no sabía separarme de aquel movimiento con cuyos rumbos estaba ya disconforme. ¿Por qué? 1) Porque se escamoteaba el programa, que él mismo había redactado, en enero de aquel año, programa revolucionario, que iba desde la nacionalización de toda la tierra o la disolución de todas las órdenes religiosas con la confiscación de sus bienes,  hasta la  disolución del mismo ejército, sustituido por las milicias socialistas, nada menos. Y no es que se ecamoteara, es que era imposible imbuir todo el programa a los militares, guardias civiles y a todos los paisanos que estaban colaborando en el movimiento; 2) Porque se desdeñó la colaboración de sus amigos republicanos, que, por cierto, no estaban de acuerdo con tan extremoso programa. ¡Curiosa contradicción pr¡etista!; y 3) Porque se había dejado manos libres a las Juventudes Socialistas, ya casi bolchevizadas, en la preparación del movimiento y antes de la misma. Por ejemplo, un joven socialista, el vasco Carlos de Baraibar, era el que había sustituido a don Indalecio en la confianza de Largo Caballero. Pero… a lo que vamos. Todavía se refiere el orador al glorioso movimiento fracasado: le escuchan muchas personas que lo vivieron en primera línea, como el  líder asturiano Belarmino Tomás o el ex ministro y colega Álvaro de Albornoz… Pero he aquí los términos de la insólita rectificación de tal movimiento, que dejó tantos muertos y heridos, y enormes estragos sobre todo  en Asturias  y, anque mucho menos, también en media España: De aquel glorioso movimiento fracasado, de aquel movimiento que pudo y debió evitarse manteniendo por medio del sufragio las anteriores  posicciones  políticas y parlamentarias, nacen los daños que padecemos a la hora presente. Cuando el movimiento fracasó y yo hube de refugiarme por tercera vez, en la expatriación me juré en secreto no ayudar jamás a nadie que, según mi criterio, constituya una vesania o una insensatez.