Socios protectores

Esta tarde, en la Asamblea ordinaria anual del Ateneo Navarro-Nafar Ateneoa, he mostrado mi disgusto sobre la creación, en su día, de la figura de socios protectores, asignados después al Gobierno de Navarra y al Ayuntamiento de Pamplona, así como de socios colaboradores, regalados a Caja Navarra y a Caja Laboral. En el principio del Ateneo no fue así. Teniamos clarísimo los impulsores, los prefundadores y los fundadores el principio de la  libertad y de  la autonomía cultural. Que nos den las subvenciones normales que toda institución política concede, con el dinero público, a las entidades culturales, no es motivo para tal efusión institucional. Hacen lo que deben. Si de pagar el peaje se trata, como un socio ha defendido en la Asamblea, tanto peor. Tampoco la colaboración de las  dos entidades económicas mencionadas es, ni mucho menos, gratuita. Considero que todo ello resta y no suma, confunde y no clarifica, ata y no libera. La decisión de la Junta, tomada por mayoría, tuvo el aval de una ínfima minoría de socios en una Asamblea extraordinaria de las menos concurridas. Luego el  otorgamiento de tal excelencia se unió a la fiesta de los XXV años del Ateneo, con lo que quedó hábilmente disimulada y semiprestigiada a la vez. Tiempo hay, con todo, y ganas de entendimiento no faltarán, para enmendar tan errónea enmienda al Reglamento. Aunque -como alguien ha dicho- otros Ateneos también lo hagan.