Perforación de tumbas en Malinas

Tras la reciente y singular condena del papa por el Parlamento belga, a propósito de unas declaraciones sobre el sida en su viaje al África negra, el proceso judicial, social y político, sobre los casos de los eclesiàsticos pederastas, incluido el dimisionario obispo de Brujas, ha venido a poner las cosas al rojo vivo. Tanto que la policía federal, siguiendo las instrucciones del juez de instrucción, ha llegado a precintar el edificio del arzobispado primacial de Melcheren-Malinas y la misma catedral primada, que yo visité con frecuencia; ha secuestrado durante nueve horas a todos los obispos de Bélgica, reunidos alli en conferencia; se ha llevado de la residencia del prestigioso cardenal exprimado, Danneels, el ordenador personal; se ha incautado de los papeles de una comisión formada en Lovaina, a comienzos de la década, dentro de la Iglesia, para investigar los casos de pederastia, y hasta ha perforado en la cripta del templo las tumbas de los egregios cardenales primados Van Roey y Suenens, por ver si había documentación escondida. Hace sólo unos años, la escerna nos hubiera recordado otras de la Revolución francesa o de la guerra civil española. O, ya más cerca, al decir del actual arzobispo de Malinas, Mons. Léonnard, escenas del Código Da Vinci. Triste espectáculo, que ha irritado al Vaticano y a la Iglesia jerárquica belga. Pero, por lo que veo, a pocos más. Ni una protesta política pública, y sólo unas suaves declaraciones del ministro de justicia en funciones, un demócristiano flamenco, que subraya el poder omnímodo del juez, que ha entrado a saco en su jusridicción, por encima de ciertas prudencias politicas convenidas, y ha querido dar, a la faz del mundo entero, una lección de escarmiento. Sigo el caso en el diario francófono, antes católico, La Libre Belgique, que no sólo no se escandaliza, sino que parece apoyar fundamentalamente la autonomía de la justicia. Sus lectores, divididos como en todas partes, parecen también, en su mayoría, cargar contra los silencios y las debilidades de la Iglesia en Bélgica y en otras partes. Triste situación.