Partidarios de la dictadura

Despido por ahora a los aforismos. Preparo para dentro de dos meses dos ponencias para un congreso y una conmemoración sobre acontecimientos de la penúltima historia de España, que ahora están de moda, aunque tan pocos los conozcan bien. Vuelvo sobre viejos libros y devoro otros nuevos. Algunos de los próximos días, traeré acá algunos textos poco conocidos, o muy útiles, aunque ya sabidos, y alguna reflexión serena sobre el ayer, el hoy y el mañana de España.
Leo en las Memorias políticas y de guerra, de Manuel Azaña, los apuntes correspondientes al 28 de agosto de 1931. Luis Araquistain Quevedo, diputado socialista por Bilbao, ha invitado a su casa de Madrid al entonces ministro de la guerra, diputado republicano por Valencia, próximo presidente del Gobierno y, años más tarde, de la República, así como al doctor Juan Negrín López, diputado socialista por Las Palmas y futuro presidente del Gobierno durante la guerra. Hablan de política.
“- Me sorprende –dice Azaña– que tenga yo ahora reputación de demagogo, habiéndola tenido casi siempre de autoritario y déspota.
No son cosas incompatibles -replica Araquistain. 
Primo de Rivera ha desacreditado el sistema de dictadura.¡Qué lástima! – y me echo a reir.
– Yo soy partidario de la dictadura –responde Araquistain-, cuando conviene.
– Una dictadura personal sería un pensamiento ridículo; pero necesitamos una mayoría compacta que apoye ciegamente una política de profunda renovación.
 Negrín asiente y añade que se necesita una dictadura bajo formas y apariencias democráticas que haga posible la preparación del pueblo para el futuro”.