Otro Catilina

Después de releer la obra de Salustio, tan parcial como incompleta y hasta errónea, vuelvo a leer con renovado entusiasmo Catilina: una ficha política, el mejor libro, junto con el Amadís, de nuestro Ángel María Pascual, terminado el 6 de mayo de 1945 y publicado póstumamente en 1948. Bien informado por los viejos y nuevos trabajos históricos y biográficos disponibles en su tiempo, el finísimo escritor que es Pascual, aunque sólo se llame periodista, toma claro partido por el denostado Catilina. Desde su ideología falangista, ya muy desencantado por esas fechas de lo que acabó siendo aquel Movimiento Nacional, que él apoyó desde su comienzo, ve en el conspirador romano, pese a sus odiosos crímenes y vicios, al rebelde, al revolucionario social que el autor mismo llevaba en su joven idealismo joseantoniano: “Ni la justicia ni la venganza resucitan a nadie, y hay cosas de las que una vida se llevó el secreto para siempre. La derrota de Catilina cerró para Roma los caminos del mando único, fundado en una revolución social. Quedó sólo el atajo de los pronunciamientos y la revolución no se realizó jamás. (…) Termina la historia de un gran fracaso. Los catilinarios de todas las épocas arrebatan de pronto, brillan fugazmente, conmueven un orden cansado y mueren en una gesta inútil. Un viento latino se lleva las flores marchitas. El tiempo cubre después las lápidas de maldiciones y tinieblas; pero nunca es tarde para dejar una rosa nocturna sobre las cenizas del Héroe y para soñar un amanecer en que vuele otra vez, sobre un signo solar rodeado de laureles, el águila de plata“.