Ni afecto, ni amistad, ni gratitud (y III)

 

         Como casi todos estos autores catalanes ocultan el órdago de la independencia y la violación de la Constitución y del propio Estatuto. dando por hecho el falso derecho de autodeterminación, varios  de ellos, como Ibáñez; Aymar; Miriam Díez Bosch, directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, y Andreu Ibarz, director general de Blanquerna, de la universidad Ramon Llull, son favorables a una mediación internacional. Igual que el mismo Gobierno catalán, deseoso de internacionalizar el conflicto, siguierndo  el ejemplo de la banda terrorista independentista vasca ETA, con el beneplácito del PNV, desde hace muchos años hasta hoy mismo. De tú a tú con el Estado Español, como si fuera un Estado ajeno. Ninguno de estos cristianos catalanes, convocados por VN, recuerda las veces que el presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña ha rechazado asistir a los encuentros de los presidente autonómicos, donde se discute las política española autonómica de cada día, y tampoco al Congreso de los Diputados para presentar sus exigencias. Casanovas ve preferible la mediación de la Iglesia. Sánchez precisa más y se decanta por la mediación del mismo papa cerca de la Unión Europea, España y Cataluña, que podría evitar una ruptura traumática, sin mencionar siquiera quién propone tal ruptura, y aun sin enterarse de la noluntad expresa del papa Francisco de ejercer tal mediaioón en un intento de secesión, con el que que ni él ni la diplomacia vaticana están de acuerdo. López Camps alude al espacio de encuentro político ofrecido por la Generalidad, sin reparar  que no tiene otro fin que forzar (chantajear, propiamente) al Estado para que acepte el referéndum como único camino para conseguir la independencia, único objetivo de todo el procés. – Sobre el papel que deben  jugar la Iglesia y los cristianos catalanes en ese escenario, segunda pregunta del cuestionario propuesto, la innmensa mayoría, excepto la profesora Camps, acepta el papel positivo, sanante, fraterno, dialogante, mediador de la actuación eclesial. Pero no sin llevar algunos el agua a su molino. Así Molins limita ese papel al de acompañar, antes y después del referéndum, el proceso del pueblo catalán en su derecho natural de decidir, defendiendo su verdad histórica y sus valores, aunque sea oponiéndose a los poderes fácticos (se supone que españoles); para lo que aduce nada menos que Mt. 20,26, donde los gobernantes de los gentiles que maltratan a su pueblo son, naturalmente, los políticos españoles, mientras ella, M. V. Molins, estará siempre al lado del pueblo desde la postura evangélica no reñida con la lucha pacífica. Qué descarada estampa de nacional-catolicismo. López Camps también cree que los cristianos catalanes deben ser fieles al sentir del pueblo catalán, y  trabajar para que la política sustituya a la cerrazón y la represión (¿del antipueblo catalán?). Tras evocar lo escrito por los obispos catalanes, abades y abadesas, invocando la paz, la conocrdia y el reconocimiento de los derechos legítimos (¿ de quiénes?), afirma el clérigo Aymar que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia  es inequívoco: Ya no se trata de opiniones o de gustos, sino de derechos. Pero no nos dice ni cuáles ni cuántos,

Y esto es lo que hay.