La Piedad de Casalarreina

 

        Conocíamos Casalarreina, villa histórica riojana, de unos 1.200 habitantes, rica en frondas, arboledas y parques, en el extremo norte occidental de La Rioja, por donde los vascones, vecinos de los celtíberos, dejaron huella lingüÍstica en los nombres de algunos  pueblos, terminados en –uri. Perteneció a la familia Haro y fue donada, a finales del XII, poco antes de que el territorio navarro de la Rioja pasara a Castilla (1177), por la viuda de López Díaz I de Haro al monasterio de Cañas, que la vendió a su vez, dos siglos después, a la villa mayor de Haro. En 1511 pasó a pertenecer a los Fernández de Velasco (Condes de Haro), año en que la villa fue morada de la reina doña Juana de Castilla (Juana la Loca), madre de Carlos I, cuando se alojó en el palacio de los Condestables, y la villa cambió su nombre vasco de Naharruri por el actual. Hemos visto este solemne palacio renacentista de cuatro plantas de sillería, sobre la ribera del río Oja, parcialmente derrumbado y casi siempre parcialmente en obras de restauracion. También nos hemos detenido otras veces ante el palacio barroco de los Pobes y visitado el templo parroquial de San Martín, del siglo XVI y siguientes. Pero nunca coincidíamos con la hora exacta de las visitas guiadas al monasterio de Nuestra Señora de la Piedad, la joya de Casalarreina, en la Plaza de Santo Domingo. Unos minutos más tarde de las cinco llega hoy la dicharachera y animada guía oficial del monumento histórico-artístico nacional, habitado desde su fundación en 1524 hasta hoy por religiosas dominicas contemplativas de clausura. Durante muchos años parte de las dependencias se destinaron a usos educativos: el colegio de San Nicolás y el colegio de señoritas de N. S. de la Piedad  -hoy, un hotel moderno-, donde se impartían clases de cultura y varios idiomas a un selecto alumnado femenino, procedente de la burguesía y de los señoríos del Norte de España. Qué fiesta mayor de arte gótico flamígero y de primitivo renacimiento, gracias a Juan de Rasines, Felipe Vigarny o Gil de Ontañón,  en la alta, luminosa e inmensa iglesia, con bóvedas de crucería bellísima; en su coro inmenso con sillería plateresca; en el soberbio retablo mayor barroco, con tallas de los navarros Juan de Biniés, Pedro Martínez, Juan de Lumbier y Pedro Fuentes; en el claustro mayor, de siete tramos por crujía y dos pisos, Y sobre todo, qué fiesta plateresca en la portada de la iglesia, labrada en piedra a modo de retablo y guarnecida por un atrio abierto con tres arcos de medio punto: toda una síntesis de lo sacro y lo profano del tiempo; un monumento funerario a Cristo paciente, como Hombre Nuevo que viene a salvar al Hombre Viejo. Decorado todo el conjunto con figurillas humanas de corte alegórico: ángeles, putti, conchas, jarrones, flores y labor de bordado a candelieri, motivos todos del arte plateresco. La guía oficial tiene suficiente motivo para hacer explicaciones pintorescas y humoradas, pero se olvida del carácter sacro del lugar y hasta del bueno de Juan Fernández de Velasco, retoño de la Casa, obispo de Calahorra, promotor de la obra. sepultado en medio de la nave bajo una losa de mármol rojo, con el epitafio: ¡Oh, Jesús, no mires mis males porque no olvides tu nombre! Camino de Roma, el papa electo Adriano VI, preceptor del emperador, que pernoctó en el palacio de los Condestables, consagró el templo el 13 de marzo de 1522, – Dicen los casalarreinanos que es el único templo español consagrado por un papa.