Llueve hojas

 

Llueve hojas en el parque de Vuelta del Castillo. Tras una breve lluvia, sopla un viento suave y las hojas caen numerosas, dispersas, aladas, leves sobre el yerbín, sobre el sendero lleno de hojas, sobre nuestras cabezas. Son las hojas de los tilos, los castaños, los plátanos, los arces. Algunas de los álamos, que resisten más, todavía otoñales y hasta veraniegos. Los únicos que siguen imperturabales son los magnolios, en primavera perenne. Son hojas amarillas-naranja, amarillas limón, amarillas cadmio, verdiamarillas, ocres, grises, sepias, sienas, marrones… Se está desnudando la naturaleza, en un espectáculo entre elemental y fantástico de renovación y de permanencia. Son más ligeras que pájaros. Caen atolondradas, como si al arrancarse de las  ramas perdieran su razón de ser. No hacen ruido. El vientecillo las hace rodar, rumorosas, y yo, al andar, las revuelvo y oigo, ahora sí, el ruido de hojas, que es un ruido seco, directo, blando, evocador.

Llueve hojas esta mañana en el parque de la Vuelta del Castillo.