Las trampas de Ibarretxe

No es que las dos preguntas de esa hipotética consulta, parte de una ensoñación, tengan trampa, como dicen algunos periodistas, sino que son una trampa, una trampa repetida hace años con los mismos términos, con los mismos sintagmas. Trampa es apelar a un final dialogado de la violencia, como ya se ha hecho otras veces, porque no sabemos en verdad qué es eso: ¿el fin de la violencia antes del diálogo?, ¿el diálogo buscando ese fin? ¿Qué tipo de diálogo y para qué? La condición que viene después: si previamente ETA manifiesta su voluntad inequívoca de poner fin a a la misma de una vez y para siempre, es, además de esa coda puramente retórica, una nueva trampa, porque manifestar una voluntad inequívoca no lleva consigo la entrega de las armas y puede exigir condiciones políticas y morales, como ha exigido siempre la banda, muy superiores a esa misma entrega y al cese del terror. Añadamos la no pequeña trampa de no llamar a ETA banda terrorista, organización terrorista, terrorista sin más, sin asomo de condena o de descalificación directa, en un señor que mete la ética hasta en la sopa. La segunda pregunta lleva la trampa puesta, la mayor de ellas seguramente, cuando habla de un derecho que no existe, como no existe el derecho del municipio de Mondragón a impedir el paso del TAV por su término), además de la trampa de hablar del pueblo vasco, sin que se diga a qué se refiere. Para terminar con la trampa de los partidos vascos sin exclusiones, incluyendo los ya condenados por todos los tribunales por ser parte de la banda terrorista, y con la trampa de un proceso de negociación para alcanzar un acuerdo democrático sobre un derecho no existente. Ningún acuerdo puede llamarse democrático cuando versa sobre un derecho engañoso y cuando participan partidos no democráticos. Lo peor de todo es que el presidente del Gobierno español ha jugado ya con algunas de estas trampas, con buen talante o no, con buena o larga intención o no, en el Congreso de los diputados, en las declaraciones equívocas, propias, o a través de algunos responsables socialistas vascos, por ejemplo, en las conversaciones de Loyola y en otras ocasiones. Pero esta hora tenía que llegar. Y es mejor que llegue, cuando los dos responsables de tanta trampería, y no otros, estén frente a frente.