La debilidad política del euro

Ya es un dato común, a la hora de comparar la potencia global de los Estados Unidos de América con la de la Unión Europea, la constatación de nuestras tres carencias en comparación con la nación americana: un gobierno central, un idioma común y una cultura compartida. Lo mismo podemos decir, si nos parangonamos con otros dos grandes países asiáticos: Japón y China. No sin relación con esto, y sobre todo con la falta de un gobierno central, está, junto a  la conseguida unión monetaria, la falta de una unión económica que sea a la vez una unión de transferencias en la Unión Europea. Las discusiones de estos días sobre el aumento del fondo de rescate y sobre la compra de bonos europeos no son más que una consecuencia menor. Tarde o temprano, algo habrá que hacer para paliar o suplir tamaña carencia en una Unión de Estados tan distintos y con economías tan dispares. Si el ejemplo de los tres países bálticos, especiamente Estonia, es tan aleccionador, el caso de Grecia o Irlanda es desolador más bien. La complejidad política de la Unión no da hoy para más, pero el futuro de la moneda única exige mucho más. Algunos hablan de una federalización económica y fiscal, objetivo hoy por hoy inasumible por varios e importantes Estados. La solución sigue siendo política.