La Ascensión del Señor

Lc 24, 50-53; Hech 1, 6-11; Mc 16, 19

Contaban las diversas tradiciones judías
que algunos personajes de la historia antigua,
como Enoc, Elías o Moisés,
fueron raptados al cielo por Dios, o por Dios a su cielo,
de donde volverían,
el día del juicio final sobre la tierra.

Las cartas de Pablo y sus imitadores
hablan a menudo de Cristo exaltado por Dios,
elevado a la gloria,
ascendiendo al cielo
o subido por encima de todos los cielos
.
La resurrrección gloriosa de Jesús, el triunfo de la vida,
es para Pablo y Juan
la misma ascensión: elevación celeste.

Pero Lucas quiso, por razones catequéticas,
separar la Pascua de la Ascensión,
poner un límite de cuarenta días a la Pascua
-un número perfecto-

para organizar la Iglesia,
y fijar la escena final cerca de Betania,
en una experiencia pospascual y familiar de despedida
de todos sus discípulos.
Donde, al tiempo que les bendecía,
postrados en tierra,
se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Lo que quiere decir:
que
Jesús ha subido a la altura de Dios,
desbordando el plano de la historia y geografía de la tierra,

en un ámbito de gloria y plenitud pascual.

Y todos los discípulos
gozosos volvieron a Jerusalén,
y pasaban muchos ratos en el Templo
dando gracias a Dios.