Kosovo

Hojeo el libro -guía, historia y antología fotográfica- que me traje de Pristina, capital de la Provincia Socialista de Kosovo, cuando, en 1985, me tocó presidir la delegación del Senado español en visita a Yugoslavia. Bellos y montañosos paisajes naturales, restos romanos, viejos monasterios e iglesias (desde cuando, en los siglos XIII y XIV, Kosovo se convirtió en el centro de Serbia y de la Iglesia ortodoxa serbia independiente, antes de la conquista turca), mezquitas, monumentos titoistas, los últimos progresos del socialismo autogestionario…  Bajo el título Legado histórico cultural y espiritual, dice la pluma oficial comunista: “Hasta fines del siglo XVII todavía se podía hablar de una tolerancia interreligiosa y de una coexistencia de creencias, pero desde entonces empiezan severas diferenciaciones y la separación de la comunidad musulmana, de la cristiana y viceversa, lo que refuerza la intolerancia religiosa, y más tarde -bajo diversas influencias- la nacional. Con la creación de la Yugoslavia Socialista se llegaron a condiciones reales para borrar las dificultosas huellas del pasado, que sobrecargaban las relaciones entre los pueblos y nacionalidades de Kosovo“. Pobres utópicos comnistas autogestionarios. Poco tiempo después, el Estado eslavo del Sur, criatura de Tito, iba a saltar por los aires, y  los pueblos y nacionalidades de Yugoslavia iban a buscar cada uno su camino en medio de espantosas y crueles guerras civiles. Kosovo es la última o penúltima pieza de la explosión, tras una cruel guerra contra el gobierno y ejército serbios y diez años de tutelaje armado de la ONU. El 90% de los albano-kosovares llega con entusiasmo a la independencia frente al 10% de los serbios que se oponen tajantemente a ella. Serbia, el Estado del que se separa la ex Provincia, se opone en redondo a esa independencia, aunque no sabemos cómo va a ser de aquí en adelante esa oposición. Las potencias internacionales están a la vez divididas, siguiendo a los Estados Unidos de América, a favor, y a Rusia, en contra. La ONU no ha tenido arte ni parte en esta historia y la proclamación unilateral de independencia de un territorio dentro de un Estado soberano es un claro acto ilegal, según la Carta de las Naciones Unidas. La Unión Europea, mayoritariamente favorable, corre con el gasto y la primera administración de la aventura. Atención al futuro de Kosovo y su entorno. ¿Qué hará la Provincia de Voivodina, todavía dentro de Serbia? ¿Qué harán los serbios del norte de Kosovo? ¿Y los serbios de Bosnia-Hersegovina? ¿Qué hará, en el peor de los casos, la UE? Y, si Serbia llega un día a la Unión, admitirá alguna vez la entrada de Kosovo?. La derruida Yugoslavia, que ya no existe, no es ni Gran Bretaña, ni Francia, ni España, cuyos Estados están muy lejos de saltar por los aires, pero la actual proclamación de independencia unilateral, de motivación étnico-histórico-politica, y sin implicación alguna de la ONU, es, entre otras cosas, un precedente triste y peligroso. Tal vez, como muchos serbios confiesan sólo en privado, irremediable.