Identidad nacional

Criticaba anteayer un editorial de EP la iniciativa de Sarkozy de establecer un marco de valores sustantivos que definan la identidad nacional francesa. Eso le parece al editorialista español cosa consustancial con la ultraderecha. (Por cierto, tendríamos que emplear con mayor rigor ciertos téminos: ultra derecha o ultra izquierda es lo que está más allá de la derecha y de la izquierda, es decir fuera de la democracia. Para hablar bien, debiera decirse extrema derecha o extrema izquierda). Para el resto de las fuerzas democráticas –continúa el editorialista– la noción relevante es la de la ciudadanía, que no se compone de sentimientos colectivos, relatos míticos ni cantos patrióticos, sino de derechos y deberes fijados mediante normas elaboradas y aprobadas por el poder legislativo, que lo confunde todo y habla de oídas. Como si los derechos y deberes, naturalmente relevantes para cualaquier demócrata, fueran incompatibles con lo sentimientos colectivos y con los cantos patrióticos. Como si los sentimientos colectivos estuvieran desligados de la inteligencia colectiva o de la voluntad colectiva: es decir, mayoritaria, suma de la mayoría de una sociedad. Como si toda la historia fuera sólo y siempre mítica (¿qué entenderá el editorialista por mito?).  Los derechos y deberes son ejercidos por seres humanos de carme y hueso, que tienen su historia y su geografía, sus usos y costumbres, sus amores y sus amistades, etc. ¿No los tiene el editorialista acaso? ¿Tan malos son los sentimientos colectivos, es decir comunes? Si fuera sólo cosa de derechos y deberes, no habría más que un país, una nación y un Estado democrático en el mundo, y entonces no habría que distinguir un indio de un inglés o de un sudafricano. ¿Se atreverá a prescindir un alcalde cualquiera, por muy progresista que se crea,  de todo lo que no sean derechos y deberes en su municipio, haciendo tabla rasa de todo lo demás? ¿Y un presidente de Comunidad Autónoma? ¿O sólo valdrán los sentimientos colectivos a la hora de defender la singularidad de Euskadi y Cataluña, pongo por caso, según el editorialista del diario madrileño? ¿Se atreverá a criticar el canto patriótico de Els Segadors o La Marsellesa, en la próxima ocasión, y eso a pesar de su letra tan belicosa? Vamos, anda!