Fiesta del Corpus

La luz de la mañana de aquel jueves festivo
 rota andaba de alegre y corretona.
La gente de los barrios competía
por el altar más bello al Señor de los señores.
Y llegaba el Señor, panecillo redondo,
en el redondo expositor de la custodia,
bajo lluvia de pétalos de rosas sonrosadas,
entre cantos gozosos y sencillos
-“Cantemos al amor de los amores
cantemos al Señor…”-
 
Dios estaba allí. Nunca lo he visto tan cercano,
tan natural, tan rústico y contento.
Dios estaba allí, primaveral y alegre.
Y el mundo, roto de luz y primavera.