El perdón y su ausencia

El presidente del Gobierno Vasco, Francisco Javier López, empeñado en la integración de Batasuna en el sistema democrático y en liderar el nuevo tiempo que él cree ver en Euskadi, ha llegado a decir a la pata la llana, sobre la exigencia general de pedir perdón a las víctimas, que el perdón es un concepto cristiano, que igual  no es necesario, pero que sí debe darse un reconocimiento de la responsabilidad de cada uno en un relato de la verdad de lo sucedido. Es decir, al presidente vasco le parece que pedir perdón es demasiado. En algo tiene  sus visos de razón: que nadie que haya abandonado ETA hasta ahora lo ha pedido: ni los polis-milis, ni Euskadiko Esquerra, ni Aralar…, aunque ahora se trate de algo distinto. Y en algo no  tiene:  el perdón, valor capital cristiano desde los primeros tiempo del Antiguo Testamento (salaj, etc), y no digamos del Nuevo (aphiemi, etc.), es un valor también de otras muchas religiones y de  tradiciones filosóficas, como cierto estoicismo y muchos humanismos: no hay más que leer a Séneca. Lástima que López no tenga algún asesor más culto. De todos modos, el dirigente socialista vasco quiere ganar tiempo: legalizar Sortu, no exigir perdón alguno, tan sólo un reconocimiento de responsabilidad, que muchos presos etarras, siguiendo el ejemplo de Batasuna, la de los muchos nombres, lo harán de mil amores, si a ello se junta, en paridad de valor (explícita o implícitamente), el reconocimiento de otras responsabiilidades de España y Francia, bajo las cuales poder justificar la suya, etc. De tal modo, que la épica etarra quede intacta y pueda servir para nuevas épicas (independentistas) en el futuro. Y colorín coloráu…