El Dante interpretado por Liszt

Aquel joven húngaro, prototipo de artista romántico, virtuoso excepcional del piano, que tanto aprendió de Berlioz, Paganini y Chopin, recorrió triunfalmente media Europa con sus composiciones pianísticas, de las que Años de Peregrinaje es una de las felices muestras. Compuesto entre 1837 y 1849, y publicado en 1858, el segundo cuaderno “Italia” refleja los recuerdos y el interés del compositor por la literatura y la pintura italianas. El séptimo y último fragmento del “Segundo Año: Italia”, una Fantasia quasi Sonata, la dedica al Infierno, de Dante. Ayer, escuchando la  genial interpretación del solista y director, Barry Douglas, llegué a estar mucho más cerca del texto del escritor florentino, que todavía se me resiste. Los sonoros y lúgubres sonidos, con toda la fuerza arrebatadora del único movimiento, que en solo dieciocho minutos intentan hacernos presentes, a la manera del arte, el horror y espanto de aquel lugar mítico, sin fin y sin salida, me han hecho dar vueltas y vueltas a los primeros versos del Canto III, que ya me estremecían desde la primera lectura, recordando otras lecturas de mi adolescencia con el mismo, obsesivo, clamor:

Per me si va ne la città dolente,
per mi si va ne l’eterno dolore,
per mi se va tra la perduta gente.

                  (…)

Dinanzi a me non fur cose create
se no eterne, e io eterna duro:
lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.