El antropólogo inocente

Tal es el título del  exitoso librito del etnógrafo inglés Nigel Barley, que al prologuista Alberto Cardin le recuerda Merienda de negros, de Waugh, y hasta el Viaje al País de los Houynhnm, de Swift, en ese desfile de fulanis, dowayo, koma, negros urbanizados, cristianos y musulmanes, misioneros católicos y protestantes, funcionarios negros y cooperantes blancos: todo el espectro de este detritus cultural que forma los márgenes de la Cultura-Mundo occidental, y cuyo mestizaje y entrecruce constituye hoy una de las principales preocupaciones de la antropología. Escrito en una prosa sencilla y accesible, el lector se sorprende al ver, todavía en 1978, un mundo tan extraño y lejano en el norte de Camerún, apenas unos años después de su independencia, que a veces podría parecer  no sólo otro siglo, sino otro planeta. Hay páginas sobre el país interior de los dowayo, por ejemplo, la circuncisión de niños y de mujeres, la fiesta atroz de las calaveras, los ritos de los señores de la lluvia, la extracción de muelas del  antropólogo, la habitual vida sexual promiscua o las constantes borracheras de cerveza, que nos traen a la memoria los primeros libros que leímos, de muchachos, sobre el África recién colonizada por los europeos. Barley, doctor en antropología en Oxford y conservador africanista en el British Museum, autor también de otros dos libros, fruto de sus investigaciones africanas, ha conseguido en veinte años veinticuatro ediciones de su primer trabajo, combinando el candor y colorido de los relatos de los primeros exploradores con un agudo ingenio y un muy humorado sentido del absurdo.