“Se va el caimán…”

Sigo en directo durante mucho rato, a través de los diarios italianosl el calvario del Cavaliere, desde Montecitorio al palazzo Chigi, del palacio Chigi al palacio Grazzioli, y desde aqui hasta el Colle, el Quirinale, la antigua residencia del papa y ahora residencia del presidente de la República, el venerable, impecable, admirable y decisivo Giorgio Napolitano. Miles de italianos han silbado, gritado, hurlado, insultado, escupido al hasta hace bien poco amo de Italia, a quien cientos de miles de persoans de toda Italia aclamaban sin cesar. Ante el Quirinal, mientras aguardaban al presidente dimisionario o mientras éste entraba, presentaba su dimisión y salía, los gritos de buffone, ¡A casa!, maffioso, ladro, Italia libera... se repetían sin cesar. Se ondeaban banderas italianas y europeas. Se cantaban letrillas ofensivas al otrora poderoso Silvio Berlusconi, y hasta una orquestina y un coro interpretaban el himno nacional, el popular Bella, ciao, el Requiem de Mozart y el Alleluya de Händel. Sólo en Italia es esto posible.  Se va el caimán..., titula un diario español, recordando una vieja canción española en medio del franquismo. Se va -si es que se va del todo- un político y presidente bufón. Un ricachón propietario de medios de comunicación y de toda clase de bienes, que ha empobrecido y degradado la vida política y cívica de Italia.  Se va un mafioso. Se va un corrupto y corruptor. Un reclamado varias veces por la Justicia, de la que ha huido siempre por medio de leyes hechaspor él para asegurarse la huída. Se va un inmoral en toda regla, desde que, tras cantar y tocar el piano en salas de fiesta y cruceros, se hacía dueño de la construcción en Milán, ayudado por el presidente socialista Bettino Craxi, fugitivo de la ley y muerto en el exilio dorado de Túnez dictatorial, hasta que en Arcore, en Milán o Roma compraba a  juristas, abogados, periodistas, mujeres menores de edad  o postiotitutas de postín. Se va la vergüenza de Italia, tolerado, favorecido y hasta agasajado durante demasiados años por la banca, la confederasción de empresarios, buena parte de la prensa liberal, no pocos políticos democristianos y buena parte de la Iglesia, que sólo al final ha reprobado levemente su vida escandalosa. Alleluya, sí. Me uno a la orquestina y al coro de la piazza del Quirinale.