El ideal común de un catalanista

El día 10 de septiembre de 1931, en el debate parlamentario sobre el proyecto de Constitución, tomó la palabra el diputado de la Lliga Regionalista -el partido antecedente de la actual CIU- por Barcelona,Ramón de Abadal, uno de los pocos representantes de su partido, muy minoritario en ese momento frente a una magna representación de Esquerra Republicana. El mejor historiador catalán de la Edad Media prometía defender, juntamente con la fuerza mayoritaria catalana, el Estatuto catalán, ya elaborado en Cataluña. Para  la LLiga, presidida por el ex ministro de la Corona, Francisco Cambó, la autonomía catalana sólo tenía sentido, según don Ramón, dentro del Estado español y en ella veían, siempre y sobre todo, el reflejo dentro de la Constitución, o, mejor, de las leyes cosntitucionales, considerando como un todo conjunto la Constitución y el Estatuto de autonomía de las regiones; el reflejo, digo, de la verdadera constitución de España, en que, dentro de la unidad superior hay una variedad de las distintas regiones que pueden enlazarse y engranarse perfectamente, para que entre ellas, buscando cada una su ideal propio, pero con la vista puesta en el ideal común, puedan trabajar por la grandeza de España y puedan, entre ellas, ser un estímulo recíproco para que la prosperidad del Estado pueda ir siempre en continuo progreso.