Dichosos

Al final de la misa por el tío Antonio, celebrada en la capilla de la Casa de Misericordia de Pamplona, he recitado esta breve proclamación de la dicha, teniendo muy en cuenta el ejemplo de Jesús, el suyo propio y el recuerdo de los últimos días:

Dichosos los que ven en el prójimo a Dios Nuestro Señor/
más presente que en una catedral o en un cielo estrellado.

Dichosos los que tienen la paciencia de mirarse a sí mismos/
antes de juzgar alegremente a los demás.

Dichosos los que alegran la vida de los solos y encogidos/
doblándoles el alma.

Dichosos los que tienen como lema de vida permanente/
que el dar es más humano que el lindo y grato recibir.

Dichosos los que creen más allá de ellos mismos/
más allá de su corta experiencia y su buen corazón.

Dichosos los que esperan contra toda esperanza/
sin trazar la raya del futuro en sus límites propios.

Dichosos los que estrechan la mano temblorosa del enfermo/
incierto en su existencia, pendiente hacia la muerte.

Dichosos los que mueren rebosantes de vida y buenas obras/
en paz con este mundo y en paz consigo mismos.