“Creer después de Auschwitz”

Hace ya muchos años, tras aquella trágica experiencia, se hizo famosa esta frase, que significa la máxima dificultad de creer tras una vivencia límite. Siempre me ha parecido un tanto abusiva, porque puede parecer que aquel campo de concentración nazi fue el más trágico de los horrores humanos, o tal vez el único en la historia, cuando tantos otros tan atroces o más se han ido sucediendo, y basta recordar la captura, la venta y  trata de negros durante siglos, amén de guerras sin cuento, destierros en masa, matanzas a mansalva, seguidos de hambrunas, pestes, locuras, muertes de millones de personas. Pero, en fin, sea lo que sea en el balance de los horrores humanos, Auschwitz está, junto a otros campos de la muerte, en la primera fila de las desgracias inhumanas. Y si decimos creer después de Auschwitz, podríamos decir también: orar, amar, esperar… después de Auschwitz. Difícil es explicarlo. Y más aún defenderlo con cualquier apologética demasiado fácil. La mejor explicación de la posibilidad de crer, orar, amar y esperar después de Auschwitz, es que… en Auschwitz se creyó, se oró, se amó y se esperó, como sabemos bien por muchos y bien contrastados testimonios. Después de Auschwitz es posible, porque fue posible en Auschwitz, que parecía mucho menos posible.